“La tierra de los ratones” es una fábula política, inspirada en el discurso de Tommy Douglas (1904-1986), político socialdemócrata de Canadá, originalmente contada por su amigo Clare Gillis y que adaptaría, en forma de corto de animación, su nieto, el actor londinense Kiefer Sutherland.
Resumidamente, y basándome en el discurso de Tommy Douglas, es la historia de un país llamado Mouseland. Éste era un lugar donde todos los ratoncitos vivían. De la misma manera que tú y yo lo hacemos. Incluso tenían un parlamento y cada cuatro años hacían elecciones. Algunos hasta obtenían alguna ventaja, una ventaja que recibían cada cuatro años, como es lo normal cuando hay elecciones. Tal como nos pasa a ti y a mí.
Y elegían un Gobierno formado por enormes y gordos gatos negros. Si pensáis que es extraño el elegir gatos siendo ratones, solo hace falta mirar la historia de España (y de tantos países) en sus últimos 40 años, entonces te darás cuenta que ellos –los ratones– no son más estúpidos que nosotros. No estoy diciendo nada en contra de los gatos, ellos eran buenos compañeros, conducían el gobierno dignamente, elaboraban buenas leyes, es decir, leyes buenas para los gatos. Y estas leyes que eran buenas para los gatos, no eran muy favorables para los ratones.
Una de las leyes decía, que la entrada a la ratonera debía ser tan grande como para que un gato pudiera meter su pata en ella. Otra ley decía, que los ratones solo podían moverse a ciertas velocidades, para que el gato consiguiera el desayuno sin realizar mucho esfuerzo físico.
Todas estas leyes, eran buenas para los gatos, aunque para los ratones eran bastante duras. Y cuando los ratones lo tuvieron más y más difícil, y se cansaron de aguantar, dijeron de hacer algo al respecto. Entonces, fueron en masa a las urnas, votaron contra los gatos negros y eligieron gatos blancos.
Los gatos blancos lanzaron una campaña genial, dijeron: “todo lo que necesita Mouseland, es una visión de futuro”, y terminaron prometiendo “el problema de Mouseland, son las entradas redondas de las ratoneras, si ustedes nos eligen, las construiremos cuadradas”. Y lo hicieron, las entradas cuadradas eran el doble de las redondas, ahora el gato podía meter las dos patas y la vida para los ratones, se tornó más complicada.
Y cuando no pudieron soportarlo más, votaron contra los gatos blancos y pusieron a los negros de nuevo. Para luego regresar a los blancos y de ahí a los negros otra vez. Incluso trataron con gatos mitad negro, mitad blanco y lo llamaron coalición.
En su desesperación, intentaron dar el gobierno a gatos con manchas, eran gatos que intentaban aparecer como ratones pero comían como gatos. Verán, el problema no estaba en el color de los gatos, el problema estaba en que eran gatos. Y como son gatos, naturalmente miraban por sus intereses de gato y no de ratones.
Finalmente, habló un ratoncito que tuvo una idea. Amigos míos, tengan cuidado con quien tiene una idea. Y estas fueron sus palabras: “Miren, compañeros: ¿Por qué seguimos eligiendo un gobierno hecho por gatos?, ¿Por qué no elegimos un gobierno de ratones?”…
“¡OOOH!” dijeron… “¡Está pidiendo el derecho a decidir!”… “¡Es un COMUNISTA!”... ¡Enciérrenlo!”… Así que lo metieron en la cárcel.
Pero quiero recordarles que pueden encerrar a un ratón, o a un hombre, pero lo que nunca podrán será encerrar las ideas.
Una vez viajó a China Felipe González siendo presidente del gobierno y volvió encantado por una frase que le había dicho Deng Xiaoping: “No importa si el gato es blanco, o si el gato es negro. Lo que importa es que cace ratones”… Y lo claro que se lo dejó a Felipe…Y a todos los demás gatos…
Y continuamos igual, viéndolo todo, sin hacer NADA. Parece como si esperásemos a que pase el tiempo para reencontrarnos de nuevo con nuestros sentidos: El sentido común, el sentido crítico, el más difícil aún, el autocrítico. El sentido de la UTOPÍA, el sentido del movimiento, el sentido del “día a día”. El sentido que da sentido a toda una vida. El sentido de cada sentimiento.
Y cuando ven que te mueves te obligan a retroceder. En derechos, educación, sanidad, en suma, en justicia social, que tanto sorprende hasta a los mismos lacayos de los gatos. Y no son gatos, precisamente. Nos prefieren “quietos”, pues tenían miedo de que llegásemos demasiado lejos.
En Mouseland los ratones también esperaban, como nos pasa a nosotros, que los gatos defendieran sus derechos, pero olvidaron que a los gatos no les gusta el queso. No sé hasta qué punto deberíamos extrañarnos, pues son eso, gatos. Unas veces visten de negro y otras lo hacen de blanco, pero, no lo olvidemos, son gatos al fin y al cabo. Ahora, eso sí, todas las decisiones que toman en nuestro nombre lo hacen “por nuestro bien”… ¡Ah!, y por “razones de Estado”. Por eso, todos sus eslóganes electorales acaban del mismo modo: “Os la daremos con queso”… Y muchos, a consecuencia de tanto maullido acaban convirtiéndose en gatos. O eso pretenden…
Flan Sinnata