viernes, 17 de enero de 2020

IMPERIO S.A.

EEUU es el Imperio contemporáneo y de ahí el lógico anti-americanismo mundial, como corresponde. Pero EEUU tiene peculiaridades que lo convierten en un Imperio más odioso, y a la vez, paradójicamente en apariencia, más soportable. Veámoslo.

No tiene aspiraciones de dominación política de territorios, no los anexiona a su soberanía nacional, ni convierte en súbditos a los habitantes ¿No los sojuzga y sin embargo los domina? Parece contradictorio pero no lo es tanto.

La explicación reside en que no está enraizado en la cultura política e histórica estadounidense usar al hombre como medio para un fin, sea este fin moralmente loable o no; lo loable moralmente para ellos es siempre el hombre como fin, la "felicidad" establecida por uno mismo para bien o para mal  –sueño o pesadilla americano– , sea la conducta de este hombre, en su camino por alcanzarla, más o menos moral o incluso por completo inmoral bajo estándares exigentes. Entender esta distinción, que suele despacharse con la etiqueta de feroz individualismo pero que tiene implicaciones más profundas, supone entender el carácter "soft", laxo, de la dominación del Estado estadounidense, que por algo es más gobierno o administración que Estado.

La cultura política norteamericana, que desde un principio fue muy defectuosa respecto a la elevada inspiración democrática que albergaban sus llamados Padres Fundadores, también fue consciente de estos defectos y las flagrantes contradicciones asociadas –esclavitud, racismo, violencia desmedida, lobbys…–  y pese a ellos resuelta a mantenerse firme en la defensa a ultranza de sus instituciones. Con ello evitaron el ensoñamiento en la "Diosa Virtud" y el sacrosanto "Bien común", una lacra que tanto afectó a los revolucionarios europeos y de otros continentes, que al revelarse sus instituciones predestinadas a tan altos ideales contaminados de vicio y crimen arbitrario, caían en la frustración permanente y con ello en la inacabable vocación de destruir para construir en la ilusa esperanza que el último intento será el definitivo. En cambio el estadounidense no se frustra por sus instituciones y si algunas veces piensa que están en crisis, como cuando Vietnam, es porque no se parecen lo suficiente a como eran en 1776.

Ey, pero masacraron a sangre y fuego las tribus nativas americanas, se podrá objetar. Sí, es verdad, porque su habitat era la Frontera en el sentido que ellos le dieron: el enorme espacio destinado a ser el granero y el rancho de los masificados cinturones urbanos del Este. Los amerindios les estorbaban no por el hecho de existir, sino porque deambulaban libremente en su anárquico estilo de vida nómada por las grandes praderas que debían dedicarse al cultivo de cereal en interminables campos, o a pastos para los rebaños de miles y miles de cabezas, o a yacimientos de minerales o petróleo. A los amerindios se les podía exterminar a la vez que se les reconocía como nación soberana de igual a igual a Washington. Lo que no se les podía permitir era subsistir como entidad territorial diferenciada aunque fuera dependiente  –llámese este dominio, colonia, o provincia: las reservas eran otra cosa–  dentro de la nación surgida de la lucha contra la dominación precisamente territorial de los Imperios.

Dominación imperial de otro tipo, entonces. Sin duda. Económica fundamentalmente. Producir tanta cantidad de bienes conlleva venderlos a todo el planeta, inundar el mundo de ellos en realidad. Así se construyó la hegemonía yanqui fuera de sus fronteras: esta fue su auténtica invasión imperialista. Pero hay que tener en cuenta que la inundación alcanzó su punto álgido en la Segunda Guerra Mundial, cuando su abundancia material era requerida con desesperación por las naciones aliadas en su lucha a muerte contra el nazismo. La ración de combate, la chocolatina, el camión: esta fue la avanzadilla de lo que vendría después: McDonalds, Chevrolet e IBM, que no son más que una sofisticación hedonista, en consonancia con el advenimiento de la era del consumismo, de aquellos bienes que primero desembarcaron desde la otra orilla del Atlántico para cumplir una función de lo más austera y práctica.

¿Y qué vino después, tras los cachibaches de consumo? La dominación cultural, por supuesto. Una cultura también ciertamente peculiar cuando no contradictoria. Rica en su herencia de la tradicion europea, de la que es crisol por puro aluvión migratorio multinacional, y pobre en cuanto a sucedáneo del refinamiento de aquella; pobre en cuanto al perfil medio de ciudadano, del estereotipo risible del ámbito rural o el anodino del urbano  –exceptuando la costa Noreste–  y el relativo cuando no falsete paradigma publicitario del "american way of life"; y rica en cuanto a su potencia creadora de símbolos y referencias populares, de la cultura de masas (música, cine, comic, tv, mass media...) que hizo saltar por los aires el enclaustramiento típico europeo, la tendencia al elitismo y a la "alta cultura" como si no pudiera haber otra, libre y desprejuiciada de gustos endogámicos, de pautas y modelos encorsetados, y abierta a todo el que tenga algo que aportar de interés y mérito para alguien, en algún lugar del mundo.

Y por último dominación militar, como no podía ser de otra manera. El Egipto de Ramsés II, la Babilonia de Nabucodonosor, la Grecia de Pericles, la Roma de Octavio Augusto, la Francia de Napoleón, la Inglaterra de la Reina Victoria y la Alemania de Hitler también gozaron de esta: 10 años, 25 años, 50 años a lo sumo. Los EEUU se acercan ya al siglo y "lo que te rondaré morena" ¿Su secreto de perdurabilidad? Con la perspectiva del tiempo se verá, pero más allá de su tremenda y por ahora inigualable capacidad de producción, material y cultural, quizá no sea casual la sucesión sin solución de continuidad en la Casa Blanca de malvados, corruptos, inanes o ridículos presidentes que nada pueden hacer por evitar que su país sea como es.

Mickdos