sábado, 9 de noviembre de 2019

NO PASARÁN

Estamos en jornada de reflexión, y aunque sean las tres de la madrugá merece la pena dedicarse a tal tarea, con la única neurona despierta a estas horas. Se supone que cada neurona tiene unas cien mil conexiones, así que basta rascar un poco en la memoria para ofrecer un poco de luz ante el pesimismo que nos acongoja, con un VOX crecido al que millones de españolitos consideran una opción a tener en cuenta en lugar de repudiarles como partido fascista. Y son pura cizaña, la VOZ de lo peor: el miedo, el desprecio y la visceralidad.

La cizaña es un arma poderosísima contra la  comunidad y su sentido de equidad, de dignidad de todos, de confianza mutua. De niño, mi padre me explicaba que en el campo era necesario arrancarla antes de que la cizaña asfixiara a lo sembrado, y que es una tarea tan importante como la siembra. De chaval, disfruté con “Astérix y la cizaña”, y lo recomiendo de nuevo. Goscinni tiene una lucidez crítica y mucho humor, reforzado por las ilustraciones de Uderzo. Se ve la capacidad de una sola persona para socavar el sentimiento que mantiene cohesionada “una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor". Pues ni siquiera la poción mágica es capaz de protegernos contra el cizañero… y a las pruebas me remito, cuando hemos ido perdiendo valiosos miembros de nuestro Blog tras cada refriega que nos deja a la mayoría mal sabor de boca y cierta decepción al constatar la incapacidad de dialogar serenamente.

La cizaña aparece en la Biblia, cómo no: un pequeño pueblo que depende de sus campos, sabe muy bien que si no vela contra ella, su cosecha se echa a perder:

Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: "Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?" El les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto". Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?" Díceles: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero"».
Mateo 13, 24-30 ​(Biblia de Jerusalén 2009).


Como contraste moderno a esa sabiduría milenaria, está la respuesta tecnológica del “hombre blanco” al problema de la cizaña: el herbicida glifosato, eficaz y barato, pero cancerígeno. Es sintomático de este Sistema que, Monsanto, tras décadas de dominar el mercado con beneficios brutales, acabe dejándose comprar por Bayer para, meses después, recibir una multa astronómica por sus efectos dañinos, con indemnizaciones millonarias para algunos ciudadanos de Estados Unidos. Pura cizaña industrial y financiera, como la que nos llevó a la crisis del 2008.

La cizaña a pequeña escala mina la confianza entre vecinos, en el trabajo y hasta dentro de las familias, y socialmente desmorona la posibilidad de acuerdo contra el Trifachito. La cizaña alimenta el Sistema y sus empresas: seguridad de nuestros hogares, insolidaridad entre los trabajadores, el dinero como valor refugio que nos da la fantasía de control en previsión a lo malo que nos puedan hacer los otros. Qué distinto de los tiempos en que los vecinos se ayudaban “pobres, pero honrados”.

Frente a la cizaña esparcida por tantas partes, reivindico el “No pasarán”.  Para el domingo electoral, porque hemos sufrido las consecuencias de la soberbia franquista cuando se regodearon en el “ya hemos pasao” y destruyeron una sociedad para convertirla en un convento y en una cárcel. Para el Trifachito, la Iglesia Católica es una momia que les sirve para su único interés: acaparar el dinero de todos. Saben que Jesucristo se parecía demasiado a un perroflauta podemita, pero usan la palabrería de Pablo de Tarso para atontar a las masas con unos mandamientos que ellos mismos se pasan por el forro. Reivindican un respeto a las creencias católicas, cuando ellos las viven como patrañas fingidas en sus celebraciones y actos públicos.

Pero, sea cual sea el resultado del domingo, “No deben pasar” a nuestras empresas ni a nuestras calles, esa desconfianza corrosiva que usa la Derecha contra el diferente: para ellos es diferente el que viene huyendo de la guerra o del hambre, pero también cualquiera que no pertenezca a su casta. Usan a los ignorantes para mover banderitas con el aguilucho “zoy ezpañoool”, pero tomarán medidas para que ese pringado no tenga educación crítica, sanidad digna ni empleo estable.

Lo que sí está en nuestras manos, además de sentirnos parte de la “aldea irreductible”, es que “No pasen” a nuestro corazón o nuestra mente: que la cizaña no se apodere de nuestra actitud ante los que tenemos cerca en la realidad o virtualmente.

Hace una hora larga leí a Nadie y a Proust ensalzar los Arribes del Duero. Podría citar cien rincones mágicos de Nuestra España (porque es más mía que del marqués, porque la he pateado con la mochila al hombro como Labordeta). Y hay un millar de rincones que quiero que mis hijos admiren con la boca abierta a su brisa y a sus aromas, con los oídos atentos al chillido de las rapaces y a las palabras de los lugareños. Es la manifestación de un pueblo que desea “Vivir su vida, y en paz” como cantaba Jarcha en su “Libertad sin ira”, allá por el 76.

Dicen los viejos que hacemos
Lo que nos da la gana
Y no es posible que así pueda haber
Gobierno que gobierne nada

Dicen los viejos que no se nos dé rienda suelta
Que todos aquí llevamos
La violencia a flor de piel

Para Abascal (el parásito de Aguirre). Para Monasterio (la arquitecta ilegal) y para Espinosa de los Monteros (cazador de ingenuos), parecen no haber pasado estos 40 años: llevan en sus genes el franquismo de sus padres y el odio al trabajador, pura cizaña. Esos son los socios preferentes de gobierno de Casado y Rivera, la tercera pata del Neoliberalismo Conservador: la Ultraderecha.

Sentido común