Maldito para el autor de la célebre y celebrada obra "Socialismo del siglo XXI", Heinz D. Steffan, obra de referencia para todos aquellos que ven en el sistema mercantil, en el sistema en que todos los bienes y servicios tienen un precio, un crimen contra la Humanidad. Es fuerte calificar de crimen panhumano algo que surgió para facilitar la vida de las personas. Pero quizá tengan razón, no anticipemos nada.
Veamos: del comercio proviene la maldad intrínseca de la "crema", el dinero, que es lo opuesto a la economía, cubrir las necesidades materiales del hombre... ¿Opuesto? Sí: opuesto. Si hay dinero que embolsarse de por medio, eso va en perjuicio de cubrir nuestras necesidades, y si cubrimos nuestras necesidades de forma adecuada, es que no hay dinero de por medio que contar como el cambista del famoso cuadro ¡qué sujeto más avaro!
El socialismo del siglo XXI se sostiene pues sobre la oposición entre "contar dinero" y necesidad material. La pregunta es obvia: ¿qué me estas contando? Porque si la contabilidad pecuniaria es un obstáculo para cubrir las necesidades materiales, la solución es fácil: ¡prohibámosla! No sé a qué estamos esperando.
No hace falta decir qué resultados ha tenido sobre tales necesidades los escasos –por fortuna– ensayos que en ese sentido se han llevado a cabo ¿le suena el nombre de Pol Pot de algo, señor Steffan? Los profesionales urbanos y con gafas fueron los primeros en ser purgados. Entérese caballero: sin el arte del cuidado y promoción del dinero, una sociedad de una mínima complejidad se vería totalmente arruinada en cuatro días. No podría producir y distribuir los bienes que evitaran que muriesen de hambre, frío, o enfermedad una cantidad obscena de personas aún contando con el nivel tecnológico que permitiera fabricar el triple de lo necesario para la subsistencia de toda esa población.
Pero volvamos al comercio crematístico siguiendo la línea agumental de Heinz Steffan. Nuestro intelectual de vanguardia se apoya en Aristóteles para su noción de la perversa crematística. Bien. Pero no se apoya en el filósofo griego respecto al papel que juega la propiedad privada, cuando este observó con gran lucidez que el ser humano se cuida más de un bien cuando es su dueño, que cuando el dueño es la comunidad entera. Selección aristotélica a la carta: su burdo punto crucial es que si no te guía el afán de proveer con tu propiedad a los demás, la ganancia monetaria del mercader perjudica a la comunidad, ignorando por sus santas narices lo que de beneficio supone ese mismo afán al suministrar la mercancia con diligencia y precio accesible por egoísta interés. Qué chuli!
Los comerciantes buscan el beneficio sin preocuparse por el destino de los productos con los que comercia, se dice por tanto. Claro, como si un comprador se preocupara, o debiera preocuparse, de si el dinero que paga por un bien va destinado a cubrir las necesidades de la familia del productor o distribuidor de ese bien. Mire, buen señor: nadie puede velar por la justicia del reparto ni en su propia comunidad de vecinos, como para preocuparse de comunidades de cientos o miles de personas. Sencillamente es imposible, y demencial pensar que ese es el camino para un mundo mejor. Usted, señor Steffan, es un demente.
Mickdos