viernes, 18 de octubre de 2019

La palabra, como herramienta o como arma


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La dinámica de materia-energía dio lugar a una curiosa complejidad que es la Vida, y ésta evolucionó hasta un sistema nervioso capaz de almacenar información relevante, según algunos, en los microtúbulos de las neuronas. Hasta aquí, una cualidad de diversos seres vivos, entre los que destacan los mamíferos como ballenas o elefantes, y los primates. Pero el hombre asoció sonidos a objetos, acciones y matices, hasta llegar a los conceptos abstractos. 

La palabra era una herramienta: fue genial poder comunicarse sin que los objetos tuvieran que estar presentes. Permitió organizar acciones colectivas como la caza y la recolección, y luego la ganadería, la agricultura y hasta la metalurgia. Fue muy eficaz para el reparto de tareas…pero eso ya supuso una jerarquización entre los humanos: unos decían a los demás lo que debían hacer. Los jefes y chamanes se colocaban por encima del resto de la tribu.

Hasta aquí, las palabras eran signos sonoros, señales para manejarse en una realidad difícil y poder mejorar las condiciones de vida del colectivo. La autoridad del jefe dependía del bienestar de la mayoría, y la autoridad del chamán o curandero dependía de la salud de la tribu. La realidad era evidente a cualquiera: había la comida real por la que esforzarse y las enfermedades o dolencias que afrontar con ciertas hierbas o tratamientos intuitivos.

Creo que en ese momento la Palabra se pervirtió: dejó de ser herramienta material para ser un instrumento moral. Algunos decidieron VIVIR DEL CUENTO. Los relatos míticos, fantasías que inventaron los chamanes, construyeron un falso Pasado que explicaba con Mentiras una situación jerárquica donde los reyezuelos provenían de los dioses y los sacerdotes tenían hilo directo con ellos.

Para engañar a la mayoría, era imprescindible mantener al pueblo en la ignorancia: apenas se manejaban las palabras relacionadas con la subsistencia, y para someterles se empleó la amenaza del infierno eterno y del miedo al extranjero. Sólo cuando interesó, se les  movilizó agitando banderas como la Patria, Dios, la Gloria o la Riqueza.

Esa fascinación por las palabras, aunque fueran Mentira, es la que nos mantiene pegados a las pantallas una media de 3 horas diarias a cada españolito, 5 horas si eres adolescente. Antes del cine, sólo los cuentos, la literatura, lograban ofrecernos algo distinto a nuestra realidad cotidiana. Pero es que la fantasía es como el azúcar para el cerebro: crea adicción. Esta Casta primitiva (el jefe y el chamán con sus acólitos) vio que sus mentiras les perpetuaban en el Poder y les conferían una superioridad y comodidad muy por encima de los demás, que beneficiaba a sus hijos (“El gen egoísta”).

Y hasta aquí hemos llegado, cada vez más volcados en una Mente Global que nos ha convencido de que lnternet consiste en una “Realidad Virtual”, cuando es una concatenación de puntos luminosos diseñados para hipnotizar nuestro cerebro. Ni siquiera llega a la categoría de Fantasía, de esa reconstrucción única que cada uno hace cuando lee, sueña o se deja seducir por una música. Las series, la pornografía o los realities  son un mecanismo audiovisual manipulador que no nos permite crear, sino someternos a lo diseñado por otros. 

Esa mentira de la Realidad Virtual hace que los niños se envanezcan de ser “FORNITEros” de éxito, los jóvenes sean esclavos de los likes recibidos y que los mayores nos conformemos con ver la tele a gente más tonta, más mezquina o más pobre que nosotros, y envidiemos cosas superfluas que nos venden por televisión.
La etimología de “palabra” proviene del griego “parábola”, lo que deja claro que toda palabra es una metáfora de objetos y acciones, lo que nos ha permitido progresar en la organización del mundo pero también en las mentiras.
Mi conclusión es que la Palabra tiene tres usos, y un par de híbridos:

Como herramienta, la palabra concreta, para responder a nuestras necesidades, que favorece la trasmisión de conocimientos entre generaciones y comunidades: la artesanía y la tecnología.

Como juguete, para reelaborar lo conocido de manera original, proponiendo percepciones como las artes plásticas o inventando situaciones como la literatura o el teatro, que pretendía la katarsis del espectador.

Como híbrido entre herramienta y juguete, encontrando respuestas a problemas reales nuevos, lo que requiere la creatividad de la imaginación: dio lugar a la Ciencia. Otro híbrido sería la Filosofía, pero con mayor peso de la entelequia por basarse en premisas de Ideas.

Como arma: como forma de pervertir la realidad, de engañar a la mayoría, con una Mentira sistemática y perversa. Aquí englobo a las religiones teístas (las tres monoteístas y el hinduismo y otras menores): empeñadas en someternos a dioses con emociones, razonamientos y conductas humanas, que sólo oían los chamanes de turno. También las ideologías políticas donde cuatro listos usan las banderas, el hambre o el miedo para lucrarse a costa de la muerte o el sacrificio de la mayoría. Y también a la mayoría de lo creado en estos últimos cien años: en arte para el consumo y casi todo Internet.

Los taoístas vieron claro la limitación intrínseca de las palabras y abandonaron la pretensión de abarcar el Todo. Pero el resto sabía que quien maneja el Discurso domina a las personas que lo oyen. Así las religiones y las élites se las apropiaron. Decidieron el significado que tenía cada término e incluso los objetos: el oro era la medida del éxito, las líneas en los mapas, distinguían entre súbditos y enemigos. Ahora, un apunte bancario dice la fortuna de alguien o la Deuda de todo un país.

Creo que hubo varias ocasiones en que la Historia podía haber cambiado con el acceso mayoritario a la cultura, el entendimiento de la dignidad de cada persona y sus derechos básicos, el desmoronamiento de las mentiras religiosas o ideológicas. Pero esas oportunidades fueron cercenadas por las élites con la complicidad de sus secuaces.
Esperemos que, por una vez, la herramienta de Internet sirva para desmontar las grandes mentiras que nos han encadenado, y propagar que, aun no habiendo una Verdad Suprema, la dignidad de cada ser humano es el mayor bien que defender.

Sentido Común