martes, 8 de enero de 2019

IGUALES Y POBRES (III)


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Siendo la tierra con sus frutos y el trabajo de los brazos de los hombres los únicos generadores de los bienes materiales, durante muchos siglos la dinámica de Poder consistió en la lucha constante por su posesión. Posesión de tierra y personas: el Medievo en pocas palabras.

Posesión por las malas de una forma u otra, con las armas en la conquista bélica, o con la irracional ideología justificativa de los estamentos cerrados. Imperio, Trono y Dios, laboratores, bellatores  y oratores. El gran descubrimiento de esta Era es una conquista sin el estruendo del entrechocar del hierro pero más duradera: la conquista de las mentes. Mantener al pobre en su pobreza por aceptación voluntaria de su condición, destinada a ser estática e inmutable.  Y para que cuando se rebele porque la miseria es insoportable, lo haga en nombre del Dios y el Trono que lo protege en su solemne pobreza.

Con la sociedad medieval la acumulación de riqueza de unos pocos quedó unida de manera indefectible  a la noción de pobreza de la mayoría, hasta nuestros días. Aunque no siempre será así, como se comprobará cuando la estructura medieval se derrumbe. Pero por entonces, esto era verdad. El hombre con tierra y el hombre sin tierra marcará la diferencia de riqueza o pobreza durante más de diez siglos, en el Viejo y en los Nuevos Mundos, con la agricultura de subsistencia como base económica y punto de anclaje social, más allá de matices entre un mayor o menor grado de servidumbre / libertad de la comunidad de productores respecto a los privilegiados apartados de la producción, y de proporción / desproporción en la tenencia de parcelas de tierra y su tamaño, según las regiones.

¿Y qué fue de aquel excedente comercial que permitió a los pueblos del Mediterráneo Antiguo diversificar y enriquecerse, ampliar horizontes materiales y culturales, introducir dinámicas diferentes en la evolución social abriendo la puerta a la movilidad, la complejidad, el progreso de unos y otros?

El comercio tendrá sobre sí la mancha de la sospecha del judío usurero, del enriquecimiento vil al margen del trabajo de la tierra y de la misión sagrada de los estamentos. Y cuando el comercio revolucione Occidente en la expansión ultramarina tardomedieval, tendrá mucho más de conquista mediante el hierro y la Biblia, que de voluntaria relación mercantil. Ser rico por el esfuerzo productivo, y no por la gracia de Dios, será un pecado a ojos de casi todos cuya factura en modo de pobreza estancada pagará la Humanidad hasta bien entrada la Modernidad.

Pero el comercio y el espíritu industrioso que con él va asociado, es un hábito imparable que va socavando poco a poco, como el pico en la mina, los cimientos de lo que se concibió como estático y  eterno. Y la evidencia que las redes de intercambio comercial con su excedente actúan de agitador de la realidad material de ricos y pobres en apariencia inmutables, y la mental del total entreguismo y resignación a tal estado de cosas, también lo harán.

Mickdos