miércoles, 3 de enero de 2018

EL SILENCIO


En ocasiones, el silencio se hace atronador, ensordecedor, incluso criminal y fatal. En otras, el silencio es reparador, reconciliador, amigable y relajante.

Hay silencios que matan, y hay silencios que enamoran. Los silencios voluntarios son casi siempre alegres, y en ocasiones son necesarios. Pero cuando el silencio se impone, o lo imponen, entonces pasa a ser un arma de destrucción masiva, un elemento descorazonador, desesperante, poco o nada halagüeño. El silencio que a día de hoy se impone, es atroz, cruel, vil, canalla y en ocasiones, maligno para la convivencia y la paz.

Es el silencio de la censura, de la desinformación. Es el silencio que silencia las opiniones, que genera debates estériles y separatistas. Ese silencio destroza, divide, aísla y enfrenta de manera soez y grosera a las personas que antes del silencio hablaban, dialogaban, debatían en aras de una mejor convivencia y en busca del crecimiento común. Ahora con ese silencio que se ha convertido en mejor postura y decisión, ante la posibilidad de que si se rompe se pueda romper algo más que ese silencio, nos lleva a permanecer en silencio a costa de que si hablas, además de romperlo, destrozas algo más, te enfrentas y se te enfrentan. Ese silencio siglo XXI, es el miedo, es la división, es la discusión en lugar del enriquecimiento personal y colectivo.

Ese silencio viene dado de la excesiva manipulación, del caos que generaron para poder llegar a provocar que ese silencio sea y esté vigente. Es el silencio que genera confusión, y que se produce para crear confusión. El exceso de demagogia ha contagiado a quienes ahora optan por permanecer en silencio o de lo contrario encontrarán lío, barullo, barro y lodo. Se encontrarán con el infierno que provoca un silencio que ensordece, que atrona, pero que si lo rompen, se encontrarán con otro averno, el que supone que se pierdan amistades, que se rompan familias o que se divida a las personas, a la sociedad en general.

Hoy es el día, este es el siglo, en el que el silencio es el que divide, el que viene generado porque llegó a ser mejor ese silencio que la palabra, que la conversación, el diálogo, el debate sano y enriquecedor. Llegó el silencio para instalarse de manera definitiva, para los anales de la historia, para que algún día ya ni recordemos cómo antaño se era capaz de opinar sin miedo, sin esperar ninguna represalia por romper el silencio para decir lo que piensas. Si hoy dices lo que piensas, además de romper el recomendable silencio, conseguirás verte aislado, ninguneado, o sencillamente humillado.

El silencio se usa para algo que ya no es lo que era, y aunque el silencio sigue siendo una opción personal buscando tranquilidad y paz, recogimiento y soledad necesaria, el silencio ahora se usa, lo usan, para callar, para censurar, para amedrentar y para ocultar. Y ese silencio, aunque no lo creáis, acabará por rompernos los tímpanos. Y algo más, también.





Tititokokoki