Derecha en auge, versus,
izquierda desunida, fracturada, decepcionada y decepcionante. Diría que incluso
en vías de desaparición a causa de sus propios errores y de las injerencias
maliciosas de la derecha, de las oligarquías empresariales y de las otras
oligarquías, las financieras, ergo capital. Adenda, los neoliberales.
Nunca hubo en España un Gobierno
de izquierdas potente, fuerte, sólido y con garantías. Ni siquiera las primeras
horas de Felipe González. Por no haber, ni siquiera hubo intentona, más allá de
leves grandilocuencias para ganarse la voluntad popular.
Y no sería malo que lo hubiera.
Poner freno a la avaricia de algunos se podría conseguir con un Gobierno
consistente, apoyado, cómo no, por el pueblo. Pero para que eso pudiera
existir, y que pudiéramos contemplarlo, es evidente que tendrían que hacer un
equilibrio difícil entre conseguir la calma del sector empresarial y la
satisfacción de la clase obrera. Un equilibrio de fuerzas entre los representantes
sindicales y la clase empresarial, como ocurrió en algunos instantes en el
pasado. No sería fácil, ni mucho menos, pero sería el principio de algo que
hiciera ver que la situación actual no lleva a ninguna parte, más que a la
desigualdad permanente, e in crescendo, y las injusticias multiplicadas por
mil, así como un reparto desigual y desproporcionado de la riqueza.
Por otro lado también tendría un
objetivo nada fácil de conseguir, como serían los derechos sociales, vapuleados
estos durante décadas y llegando a los días de hoy en el que están casi en su
total extinción.
La historia enseñó que la
izquierda de este país no tiene las líneas bien definidas, lo que hace que
reparta miedos e incertidumbres tanto a derecha como a izquierda, tanto a nivel
empresarial como social o laboral. Y eso es una piedra en el zapato que deben
quitarse de inmediato, o de lo contrario acabará por desaparecer y nos veremos
todos abocados a un centro político que en nada beneficia a unos, mayorías, y
en todo beneficia a otros, minorías acaudaladas cada día más, y con mayor
poder, si cabe. Y no solo eso, sino que también se les da pie a las élites
derechonas, representantes sin igual del capitalismo salvaje reinante, y del
neoliberalismo atroz que padecemos, para
que campen a sus anchas en un lodazal en el que solo ellos, los de derechas,
saben moverse bien y a gusto.
O sea, o la izquierda se
reinventa dentro de un escenario en el que sepa aglutinar intereses de unos, y
derechos de otros, o la izquierda quedará postergada a la pírrica y humillante magnitud
que supone una representación insignificante y de poca o ninguna trascendencia
para los intereses generales y para la preservación de derechos humanos
fundamentales. Y en esa deriva, en esa extraña y maligna dimensión, todos los
ciudadanos, y los trabajadores, llevamos las de perder.
Y ya llevamos mucho perdido como
para soportar el ir tirando por la borda mucho más.
Tititokokoki