domingo, 11 de septiembre de 2016

VÍCTIMAS, MUCHAS VÍCTIMAS. DEMASIADAS VÍCTIMAS.

Buenas de nuevo. 

Como todos los Domingos, entre ponerme a escribir y con la cocina pendiente para preparar las viandas para los invitados, no consigo, ningún Domingo, ir a misa. 
¡Maldita sea!, tendré que organizarme. 

No ir a misa me produce un tremendo pesar. Un pesar que llevo soportando desde que empecé a tener uso de la razón. 
O sea, desde la adolescencia, más o menos. Pecador, soy un tremendo pecador. 
Pero enfrente, hay personas que van a misa. Incluso can con mantilla y peineta, con las manos cruzadas en señal de no se bien qué y con una cara de devotos y de píos que hacen que uno sienta incontables sentimientos e inenarrables pensamientos. 

Sobre todo cuando esas personas que van a misa frecuentemente, y fiestas de guardar, llevan a sus espaldas a víctimas. 
Sí, víctimas de accidentes no aclarados, de guerras provocadas, de asesinatos de Estado, de terrorismo institucional o de desahuciados. 

Víctimas del paro permanente y víctimas de insultos a la inteligencia. 
Víctimas del grave efecto que causa la mentira descarada e impune y víctimas del otro daño no menor que causan los saqueadores, los chorizos y los mangantes de lo común. 
Víctimas del holocausto que supone emigrar y víctimas del otro desastre humano que supone inmigrar. 
Víctimas por carecer de todo y las otras víctimas que son los que observan a los que, poseyendo todo, se ríen en sus narices esclavizándolos y descarnándolos. 
Víctimas del horror invisible que supone la manipulación, la contaminación desde las instituciones públicas y desde la basura que lanzan desde los medios de comunicación. 
Víctimas de sentencias de jueces y de acusaciones de fiscales, víctimas de las otras sentencias del poder judicial que absuelven a quienes deberían encarcelar y que también son víctimas porque, a quienes deberían obligar a devolver lo robado, les envían a puestos diplomáticos o a despachos o áticos lujosos con todas sus estancias cargadas de impunidad y de libertad para seguir creando víctimas.

De alguna manera, todos somos víctimas. Unas caen ahora, otras cayeron ayer. Otras caeremos mañana. Pronto. 

Víctimas pasadas e injustamente olvidadas, víctimas en vida que sufrimos las consecuencias de la indecencia, de la prepotencia y de la soberbia de quienes obtienen el poder y que de él no saben hacer uso justo y humano. 
Víctimas a futuro que no saben que serán víctimas o que, aún sabiéndolo, luchan por sobrevivir lo máximo posible, desconociendo si serán víctimas al minuto siguiente, al día siguiente o dentro de muy poco. Pero al final, todos seremos víctimas de este estado de cosas salvaje, de esta carrera por salir adelante y de esta globalización del horror. 
Víctimas de las prisas, del consumo exagerado y exacerbado, veloz e imparable. 
Víctimas por dar por válido este régimen obsceno, zafio y tirano.

Hemos dado por hecho que todo tenga que ser así. 

Y en eso han contribuido todo aquellos poderes que buscan y persiguen el mismo objetivo, que no es otro que, aprovechando el poder que tienen, intentan, y consiguen, vivir mejor que todos los demás. Supieron colocarse ahí para no ser víctimas y para crear víctimas. Eso, los demás, las víctimas que ya fueron, las víctimas que somos y las víctimas que seremos. 
Todos somos víctimas. Todos seremos víctimas.

¡Hala, a misa!



¡Malditos sean!

Tititokokoki