viernes, 23 de septiembre de 2016

Envidia

La envidia, es sana.

Así es. 
En los tiempos que corren, tener envidia de otros, es muy sano. Lo que sucede es que esa envidia sana no se convierte en algo más sano aún.

Sin entrar en detalles de quienes son los que están al frente de decisiones importantes, lo cierto es que hay que sentir envidia. ¿Por qué no puede ser así en todo el territorio nacional?

Sentir envidia de Aragón, de Madrid, o de Valencia, por citar a algunas Comunidades Autónomas, es ciertamente saludable. En Aragón (Gobierna el PSOE en coalición con la Chunta Aragonesista) acaban de aprobar que ninguna familia que baje de los 1.500 euros de ingresos mensuales se pueda quedar sin luz, gas ni agua. 

Un ejemplo de solidaridad y un ejercicio de comprensión hacia las familias necesitadas. 
Sin embargo, no se siente envidia por el recurso que el Consejos de Ministros del Gobierno Central ha interpuesto contra esa medida del Gobierno de Aragón. 
Ahí se ve en manos de quién estamos y quién nos gobierna en este putrefacto país lleno de idiotas.

Por otro lado, Madrid. Saneada la deuda y puesto patas arriba mucha de la corrupción que asolaba a la Capital, es otro caso de envidia. 
Valencia también tiene su razón para sentir envidia del Gobierno que está rigiendo aquellas tierras machacadas por los abusos de los que ostentaron el poder por aquellos lares durante estos últimos años. 
Décadas desprestigiando a Valencia y aún hay gente que les vota. ¡Malditos sean!

Cádiz es otro motivo para sentir envidia. 
El País Vasco en su conjunto, también, 
¿y por qué no nombrar a Barcelona, cuna de ejemplos de cómo gestionar y cómo hacer mejor política?

Pero esa envidia también la sentimos algunas personas, gallegos principalmente, de algunas ciudades gobernadas por fuerzas políticas alternativas al PP. A Coruña, Santiago de Compostela, Ferrol, Allariz o la capital pontevedresa que declaró a Rajoy “persona non grata”.

Muestras de cómo se puede gobernar bajo el entendimiento de varias fuerzas políticas y de cómo es posible cambiar la actual marcha hacia la podredumbre y la desolación que promueven los del PP.

El margen de maniobra que dejan estos populares es muy amplio y da lugar a cambiar muchas cosas. Muchas cosas que, por justicia, corresponde cambiar y que, por necesidad, es urgente dar un vuelco. Las posibilidades de cambio son enormes. De tan mal que lo hicieron, ya sólo cabe un camino: cambiar para que todo cambie. 

Ellos, los del PP, pretenden que nada cambie. Si acaso, que cambien los márgenes que tienen para delinquir, apostando por nuevas técnicas y nuevas maneras, que serán detectables por la opinión pública pasado mucho tiempo, lo que ayudará a que salgan de nuevo impunes y lo que les beneficiará de forma monstruosa a sus fechorías y maldades.

En Galicia sentimos envidia. Sí, sentimos envidia, somos envidiosos de aquellos que supieron echar al PP de las más altas cotas de poder y de las Instituciones. 

En Galicia, muchos estamos rabiosos de tanta envidia que sentimos. Ahora sólo hace falta que nos acompañen aquellos que ven inviable pactos, aquellos que, por intereses exclusivos de partido, ponen trabas a cambios que anunciaron ser adalides en campaña electoral, y principalmente para dejar al descubierto a aquellos que también se postularon para el cambio pero que, al postre, se descubrirán como las patas que necesita el sistema que pretenden seguir imperando de manos del PP. 

¡Malditos sean los de Ciudadanos!

Este último día de campaña electoral, los gallegos sentimos envidia sana de aquellos que supieron cambiar, y especialmente de aquellos que, además de cambiar, echaron al PP.
Otro deberían usar el día de reflexión para ver si es más conveniente sentir envidia sana o si prefieren apostar por votar a quienes no producen envidia alguna y que sólo pretenden seguir machacando y saqueando. Que reflexionen, que reflexionen, que para eso se hizo ese día.

¡Qué envidia tengo!

Tititokokoki