La envidia, es sana.
Así es.
En los tiempos
que corren, tener envidia de otros, es muy sano. Lo que sucede es que
esa envidia sana no se convierte en algo más sano aún.
Sin entrar en detalles de
quienes son los que están al frente de decisiones importantes, lo
cierto es que hay que sentir envidia. ¿Por qué no puede ser así en
todo el territorio nacional?
Sentir envidia de Aragón,
de Madrid, o de Valencia, por citar a algunas Comunidades Autónomas,
es ciertamente saludable. En Aragón (Gobierna el PSOE en coalición
con la Chunta Aragonesista) acaban de aprobar que ninguna familia que
baje de los 1.500 euros de ingresos mensuales se pueda quedar sin
luz, gas ni agua.
Un ejemplo de solidaridad y un ejercicio de
comprensión hacia las familias necesitadas.
Sin embargo, no se siente
envidia por el recurso que el Consejos de Ministros del Gobierno
Central ha interpuesto contra esa medida del Gobierno de Aragón.
Ahí
se ve en manos de quién estamos y quién nos gobierna en este
putrefacto país lleno de idiotas.
Por otro lado, Madrid.
Saneada la deuda y puesto patas arriba mucha de la corrupción que
asolaba a la Capital, es otro caso de envidia.
Valencia también
tiene su razón para sentir envidia del Gobierno que está rigiendo
aquellas tierras machacadas por los abusos de los que ostentaron el
poder por aquellos lares durante estos últimos años.
Décadas
desprestigiando a Valencia y aún hay gente que les vota. ¡Malditos
sean!
Cádiz es otro motivo
para sentir envidia.
El País Vasco en su conjunto, también,
¿y por
qué no nombrar a Barcelona, cuna de ejemplos de cómo gestionar y
cómo hacer mejor política?
Pero esa envidia también la sentimos algunas personas, gallegos principalmente, de algunas ciudades gobernadas por fuerzas políticas alternativas al PP. A Coruña, Santiago de Compostela, Ferrol, Allariz o la capital pontevedresa que declaró a Rajoy “persona non grata”.
Muestras de cómo se
puede gobernar bajo el entendimiento de varias fuerzas políticas y
de cómo es posible cambiar la actual marcha hacia la podredumbre y
la desolación que promueven los del PP.
El margen de maniobra que
dejan estos populares es muy amplio y da lugar a cambiar muchas
cosas. Muchas cosas que, por justicia, corresponde cambiar y que, por
necesidad, es urgente dar un vuelco. Las posibilidades de cambio son
enormes. De tan mal que lo hicieron, ya sólo cabe un camino: cambiar
para que todo cambie.
Ellos, los del PP, pretenden que nada cambie.
Si acaso, que cambien los márgenes que tienen para delinquir,
apostando por nuevas técnicas y nuevas maneras, que serán
detectables por la opinión pública pasado mucho tiempo, lo que
ayudará a que salgan de nuevo impunes y lo que les beneficiará de
forma monstruosa a sus fechorías y maldades.
En Galicia sentimos
envidia. Sí, sentimos envidia, somos envidiosos de aquellos que
supieron echar al PP de las más altas cotas de poder y de las
Instituciones.
En Galicia, muchos estamos rabiosos de tanta envidia
que sentimos. Ahora sólo hace falta que nos acompañen aquellos que
ven inviable pactos, aquellos que, por intereses exclusivos de
partido, ponen trabas a cambios que anunciaron ser adalides en
campaña electoral, y principalmente para dejar al descubierto a
aquellos que también se postularon para el cambio pero que, al
postre, se descubrirán como las patas que necesita el sistema que
pretenden seguir imperando de manos del PP.
¡Malditos sean los de
Ciudadanos!
Este último día de
campaña electoral, los gallegos sentimos envidia sana de aquellos
que supieron cambiar, y especialmente de aquellos que, además de
cambiar, echaron al PP.
Otro deberían usar el
día de reflexión para ver si es más conveniente sentir envidia
sana o si prefieren apostar por votar a quienes no producen envidia
alguna y que sólo pretenden seguir machacando y saqueando. Que
reflexionen, que reflexionen, que para eso se hizo ese día.
¡Qué envidia tengo!
Tititokokoki