Tras la jornada electoral del 26-J se han sucedido todo tipo de comentarios, reflexiones más o menos profundas, que intentan explicar lo que en un principio nos ha parecido a todos unos resultados electorales sorprendentes.
Periodistas, analistas políticos, politólogos e, incluso, los propios expertos de las principales empresas demoscópicas del país han comparecido en los medios para trasladarnos sus particulares puntos de vista sobre el asunto.
Creo que, gracias a todos ellos, he conseguido hacerme una idea más o menos aceptable –al menos para mí- de lo que ha llevado al electorado a votar como votó y, consecuentemente, a entender porqué los resultados electorales han sido los que han sido.
En primer lugar, parece bastante razonable pensar que los votantes del PP que castigaron en diciembre a su partido absteniéndose o dando su voto al PSOE y C’s, ahora le han otorgado el perdón de sus muchos pecados y le han vuelto a votar.
Esto parece encajar perfectamente con la aritmética electoral, pues si sumamos los cinco escaños que perdió el PSOE con los ocho que perdió C’s, más los previsibles escaños recuperados de la pasada abstención, suman los catorce que el 26-J ha recuperado el PP respecto a las elecciones de diciembre de 2015.
En lo que se refiere a Unidos Podemos, tal y como afirman los expertos de las empresas demoscópicas, se contaba con una fuerte fidelización del voto cuando, en realidad, lo que se ha producido es una fuerte desmovilización de sus votantes.
El error en el cálculo de la estimación de voto en este caso es perfectamente justificable, pues Unidos Podemos se presentaba como coalición por primera vez a unas elecciones generales, circunstancia que ha tenido que dificultar enormemente la “cocina” del voto estimado.
La pregunta del millón es por qué Unidos Podemos perdió más de un millón de votos respecto a las elecciones de diciembre.
Sin duda, muchos militantes de IU y otros tantos de Podemos decidieron abstenerse, al entender que sus respectivas causas quedaban desvirtuadas en la coalición. Pero también creo que ha tenido un papel muy importante en la pérdida de votos de Unidos Podemos la campaña electoral que han llevado a cabo sus candidatos, especialmente Pablo Iglesias.
Su tibieza frente al PSOE, su afán de tender puentes a un Pedro Sánchez que no dejó de hostigarle durante toda la campaña, el afirmar que Zapatero fue el mejor presidente de la democracia, ha tenido que suponer una ruptura con muchos de sus simpatizantes del 15M, aquellos que se manifestaron en la Puerta del Sol durante la presidencia de Zapatero y que hicieron del “no nos representan” su himno.
Por otro lado, su progresiva ambigüedad a la hora de defender el referéndum en Catalunya, cosa que sin duda habrá llevado a la abstención, no solo a muchos catalanes, sino también a muchos gallegos.
Y, finalmente, el abandono del populismo transversal que quedó difuminado al involucrarse Podemos en la batalla por la hegemonía en las izquierdas, retornando a la clásica confrontación izquierda-derecha que los propios líderes de Podemos han manifestado siempre que ni explica nada ni concita mayorías sociales, ni sirve para ganar elecciones.
Creo que, más o menos, este podría ser un relato de los hechos que puede ajustarse razonablemente a la realidad que hemos vivido.
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