viernes, 1 de abril de 2022

FELIZ CUMPLEAÑOS

En lo que a mí concierne, mis fiestas de cumpleaños nunca se han parecido a las que se ven en las películas, en las que suelen tomar parte incluso el canario del vecino, y ya no digamos el chucho. Eran unas fiestas muy recogidas en el ámbito familiar, y todavía más cuando se trataba de mis padres que a menudo ni siquiera celebraban el suyo propio con un estoicismo y falta de solemnidad que les caracterizaba. Pero a medida que pasan los años, esas fiestas toman un tono más agridulce al tomar conciencia de que cada año que cumples es uno menos que te queda por cumplir. Siempre ha sido así, por supuesto, pero la energía innata de la niñez y la juventud disimula todavía el paso de los años, el cual llega a ser innegable más adelante. Uno piensa entonces en lo que pudo haber hecho en el pasado y no hizo, en las decisiones equivocadas y acertadas, en la búsqueda del tiempo perdido, que habría dicho Marcel Proust. Y se echa a faltar la existencia de esa máquina del tiempo que te permitiese enmendar los errores pasados, esa máquina que se encuentra con tanta facilidad en infinidad de relatos y películas de ciencia ficción y series de dibujos animados, no sólo en la ahora tan cacareada y, en mi opinión, sobrevalorada, Rick y Morty. Pero incluso si dispusiéramos de esa máquina, ¿tendríamos la garantía de no volver a equivocarnos en nuestras elecciones? Quizá ya de partida ninguna de las elecciones posibles fuera buena, quizá el camino en el que nos habían plantado estaba ya tan ausente de buenas alternativas desde el principio de tal manera que cualquier senda hubiese llevado a la desilusión antes que a Roma.

    Por supuesto que la celebración de los cumpleaños, lo mismo que las de las Navidades o fiestas como el día del padre o de la madre se han convertido en una cuestión de marketing. Pero uno se obstina en celebrarlos de cualquier manera, y aprovecha, como es mi caso, para comprar libros que tenía en el punto de mira desde hace tiempo. Mi compra más celebrada de este último cumpleaños ha sido “O livro do desassossego” en el idioma portugués original, un libro con el que uno puede deprimirse a sus anchas viendo la sinceridad y el descarnamiento con el que Bernardo Soares, otro de los heterónimos de Pessoa, explica su propia vida.

    Por si faltará poco, las redes sociales nos han proporcionado otra herramienta del diablo no sólo para recordar la modesta efemérides de nuestro cumpleaños a los demás sino también para pasar lista de quien se toma la mínima molestia de mandarnos una felicitación por Facebook y quién no. Personalmente, siempre me llevo una pequeña sorpresa al ver los nombres de algunos que me felicitan y todavía se acuerdan de mí y también de comprobar la ausencia de personas de las que habrías esperado por lo menos un pequeño recuerdo. Te encuentras aquí con una aplicación práctica del Big Brother orwelliano a muy pequeña escala. Pero más allá de las pequeñas ingratitudes y mezquindades, el anotarte un año más en tu casillero no te hace ni más sabio ni más fuerte, sino sólo un año más frágil. Y por supuesto uno se acuerda también de todos los que ya no están, por haber fallecido o porque han desaparecido de tu vida por un motivo u otro. Pero al final es la irrevocabilidad de la vida la que da valor al paso de los años y a las decisiones que se tomaron, tanto las correctas como las que consideramos equivocadas. En “Viaje a Laputa y otros países”, el tercero de los cuatro viajes de Gulliver que narra Jonathan Swift en su libro, Gulliver llega a un país en el que la gente no muere, pero sí que envejece de tal manera que es incapaz de desempeñar incluso la más pequeña tarea o incluso de recordar en una especie de Alzheimer masivo. Se me ocurre que esta es una de las maneras que hemos encontrado los mortales de consolarnos de nuestra desaparición física; considerar la muerte como una necesidad para evitar males aún peores. Pero quizá el anhelo de la eterna juventud sea la mayor de todas las utopías humanas. De la misma forma que la utopía recurrente de los viajes en el tiempo en tantas y tantas películas de ciencia ficción y películas de dibujos animados parecen uno más de los muchos consuelos ficticios que los humanos hemos desarrollado en un intento de franquear las barreras insalvables del tiempo y el hecho de nuestra desaparición física.


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