viernes, 28 de mayo de 2021

LA REVOLUCIÓN ES NECESARIA

 Hoy bajo las condiciones de democracia parlamentaria, como ayer bajo las del fascismo, la dominación de clase de la burguesía se mantiene y trata de reforzarse. Los partidos de derecha defienden, pura y simplemente, la continuidad y el fortalecimiento del sistema capitalista. Los partidos de carácter reformistas, por su parte, aspiran a recoger votos en la mayor medida posible, adaptando su estructura a tal fin y, gracias a ello, a gobernar dentro del marco de la democracia burguesa, a fin de lograr una serie de reformas sin por eso poner en cuestión realmente el sistema capitalista. Estos partidos reposan sobre las ideologías más afincadas en la sociedad burguesa y son, en última instancia, un reflejo de la sociedad capitalista y de su sistema parlamentario, asegurando así su continuidad.

Una organización revolucionaria, por el contrario, actúa con la vista puesta en el triunfo de la revolución socialista. Despliega su lucha en los más diversos terrenos con la clara conciencia de que, a lo largo del proceso revolucionario, es preciso utilizar todas las formas de lucha, hasta llegar a las de mayor alcance si así se hiciese necesario para lograr la destrucción del Estado burgués, teniendo siempre presente que está condenado a sufrir los más duros ataques de las fuerzas burguesas.

En este sentido, para una organización revolucionaria, la lucha electoral, la presencia en el Parlamento, no debe ser abandonada, antes bien, debe servir para llegar a las amplias masas una política revolucionaria, elevar su nivel de conciencia y organización, denunciar la corrupción y arbitrariedades del Estado burgués, preparando a las amplias masas para la revolución socialista.

Para liberarse de la explotación capitalista, para poner fin a las mil formas de opresión y dominación que pesan sobre nuestra sociedad, la clase obrera y las masas populares del Estado español deben llevar a cabo una revolución que acabe con la dominación política y económica de la burguesía.

Una revolución que deberá destruir el Estado de la burguesía, desarticular su policía y ejército, disolver sus aparatos gubernamental y judicial, y reemplazarlo por un nuevo Estado, por una República de trabajadores, dirigida por la clase obrera, que asegure al pueblo el disfrute de las libertades democráticas y se dote de los recursos necesarios para contener a sus enemigos, para cerrar el camino a las tentativas de restaurar una dictadura antipopular.

Una revolución que proceda de inmediato a la expropiación de las propiedades de la gran burguesía y los imperialistas extranjeros en la industria, la banca, la agricultura, el comercio... convirtiéndolas en propiedad colectiva del pueblo trabajador, creando así las condiciones para edificar una economía que progrese por la vía del socialismo y que garantice un creciente bienestar a las masas populares.

Una revolución que realice una radical reforma agraria confiscando las tierras de los grandes propietarios y poniéndola a disposición de los braceros y campesinos pobres para que las exploten como libremente decidan. El nuevo Estado, a la vez que impulsará las formas de explotación cooperativas y colectivas más beneficiosas para el desarrollo del campo, prestará apoyo al campesinado en forma de subvenciones y créditos baratos, y en todo lo referente a infraestructura y modernización de la producción agraria. Se hará cargo de los grandes canales de distribución de los productos agropecuarios, fomentará la industrialización del campo, hará llegar la enseñanza y la asistencia médica y gratuitas a todas las zonas rurales y, en general, pondrá los medios para que se vayan superando las injustas desigualdades entre el campo y la ciudad y entre las regiones agrícolas y las industriales. Con la necesaria participación del campesinado, planificará la producción agraria, de acuerdo con las necesidades alimenticias del país, tendiendo a poner fin a la dependencia exterior en este terreno y al justo y completo aprovechamiento de nuestros recursos naturales.

Una revolución que garantice el libre ejercicio del derecho a la autodeterminación por parte de cada uno de los pueblos del Estado español y posibilite así la unión libre y voluntaria de todas las nacionalidades y regiones del mismo en una República Federal de trabajadores. Una revolución que preste todo el apoyo al proceso de normalización lingüística de cada una de ellas.

Una revolución que ponga en pie una política destinada a superar las profundas desigualdades entre unas y otras nacionalidades y regiones del Estado español que el capitalismo ha generado, orientada a impulsar el desarrollo económico de aquellas nacionalidades y regiones víctimas de un mayor abandono.

Una revolución que despliegue diversas iniciativas para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de las masas. Que establezca un sistema de organización autogestionario y democrático de la producción, con la activa participación de los trabajadores en su fijación, que mejore sensiblemente las jornadas laborales, que suprima los ritmos de trabajo excesivo, que acabe con la lacra social del paro y establezca un sistema de seguridad social universal y gratuito que permita mantener eficazmente el nivel de vida en los casos de invalidez y vejez, estableciendo una red de asistencia sanitaria en todos los órdenes que atienda todas las necesidades médicas y asistenciales de la sociedad con el fin de garantizar la calidad de vida de la población y poner fin a la irracional y progresiva degradación del medio ambiente que el capitalismo está provocando desde hace décadas. Una revolución, en este mismo orden de cosas, que desarrolle una actividad cultural y científica puesta por entero al servicio de las masas trabajadoras, impartiendo una enseñanza democrática, popular, laica, científica y gratuita a todos los niveles, e incrementando el número de escuelas y centros de estudios de calidad.

Una revolución que tome medidas concretas en todos los órdenes para liquidar las bases de la opresión femenina. Medidas para proceder a la eliminación de las relaciones de opresión propias del sistema de familia patriarcal, a la socialización del trabajo doméstico, a la total incorporación de la mujer, sin discriminaciones por razones de sexo, a los diferentes puestos de la producción social y de la dirección de la sociedad en todas sus esferas, para llevar a cabo una profunda transformación de la conciencia individual y colectiva, contra la dominación y la ideología machista. Una revolución que no ponga trabas sino que, por lo contrario, preste su apoyo a la lucha continuada de las mujeres contra toda manifestación de la dominación machista y al pleno acceso al poder revolucionario de las mujeres conscientes de los objetivos feministas que aquella debe incorporar.

Una revolución que reconozca los derechos democráticos de la juventud, sin discriminaciones propias del régimen capitalista, que proceda a su plena incorporación, en igual de derechos, a la producción y a todas las esferas de la actividad social y política.

Una revolución que se esfuerce en abrir pasos a un sistema de relaciones humanas libre, solidario, fraternales e igualitario, tomando medidas particulares para poner fin a las variadas formas de opresión, exclusión y marginación existentes en la sociedad capitalista.



Una revolución que haga del Estado español un país soberano e independiente. Que termine con la presencia de bases y tropas extranjeras en nuestro territorio, anule los tratados concluidos con los Estados Unidos, y cualquier otro nuevo que conduzca a la incorporación de España a ningún bloque militar y tome las medidas para salvaguardar la independencia de nuestro Estado. Una revolución que restituya a Marruecos Ceuta y Melilla e islotes adyacentes y se esfuerce por conseguir la reintegración al Estado español del Peñón de Gibraltar, buscando tanto en un caso como en otro, garantizar los intereses legítimos de la población que habitan en tales territorios. Una revolución, en fin, que alumbre una política de paz con los diferentes países del mundo, de amistad y ayuda mutua con todos los pueblos, y de solidaridad y apoyo a los movimientos revolucionarios y antiimperialistas. 


La revolución que dé cumplimiento a éstos y otros objetivos que le son propios, por el propio carácter del conjunto de los mismos, es una revolución socialista.

Es una revolución socialista, en efecto, la que corresponde a un país de capitalismo desarrollado, en el que la clase trabajadora es fuerte y numerosa, y constituye no sólo la fuerza dirigente sino también principal de la revolución, en el que las contradicciones entre la burguesía y los trabajadores son especialmente agudas y afectan a toda la vida social. Una revolución socialista es la que corresponde a un país en el cual el conjunto de los trabajadores está en condiciones de agrupar en torno así a las masas del campo y la ciudad, a los estudiantes y gente de la cultura, a sectores muy amplios de la pequeña burguesía y autónomos que no pueden esperar nada bueno del capitalismo, a las amplias masas femeninas, a la juventud popular y a otros sectores sociales oprimidos bajo la dominación de la burguesía, y en el cual los sectores de la población cuyos intereses objetivos se confunden con la pervivencia del capitalismo representan una ínfima minoría.

Un movimiento revolucionario debe tomar una postura clara con respecto a los partidos de la izquierda reformista. Por una parte, tales partidos se sitúan fuera de toda perspectiva revolucionaria, por más que dentro de ellos haya buena cantidad de mujeres y hombres con sentimientos sinceramente revolucionarios, por más que en ocasiones, muchos de ellos precisamente para mantener su influencia entre amplios sectores de las masas y para ganarse su apoyo, desarrollan ciertas acciones de carácter progresista, positivas. La influencia de estos partidos sobre las masas, la vinculación de sectores amplios del pueblo trabajador a ellos, constituye un obstáculo de primer orden para imprimir una justa orientación al movimiento de masas, para organizar las fuerzas de la revolución socialista y conducirlas a la toma del poder.

Un partido revolucionario debe desplegar por tanto una lucha constante en favor de la unificación de los movimientos populares de masas. Ello supone una política de estrechar lazos con los sectores de izquierda de masas, manteniéndonos en las organizaciones donde dichos sectores se agrupan mayoritariamente y esforzarse por atraerlos hacia las posiciones revolucionarias. Supone también mantener una línea de acción constante en favor de la unidad organizativa de cada uno de esos movimientos ciudadanos, en contra de la división. Supone, por otra parte, el respeto y la defensa de la necesaria autonomía de las organizaciones de masas con respecto a los partidos políticos, la admisión sin reservas de las características específicas que deben tener en los ámbitos nacional o regional y el apoyo a las mismas, la defensa de una vida auténticamente democrática dentro de ellas y la más firme oposición a los intentos de burocratizar su funcionamiento.

El proceso revolucionario en nuestro país no podrá desarrollarse de un modo aislado. Por su inserción dentro del sistema imperialista occidental, por su importancia geopolítica y estratégica, la lucha de clases en nuestro país se verá condicionada por la marcha de los acontecimientos internacionales y particularmente en los ámbitos europeos y mediterráneo, y el ascenso revolucionario de las masas populares no sólo tendrá frente así la oposición encarnizada de la gran burguesía española sino, además, la acción concertada de las principales potencias imperialistas occidentales.


Flan Sinnata

viernes, 21 de mayo de 2021

No es lo que parece (o el arte de mentir bien)

 "Es bien sabido que el ser humano iba en taparrabos y no había pensamiento medianamente inteligente e ilustrado hasta que aparecieron los próceres de la izquierda.  Y que los inútiles filósofos griegos y demás intelectuales occidentales como Descartes, Kant y Nietzsche eran unos derechuzos y fachillas que no habían llegado al culmen del pensamiento fetén, conjunción astral brillante que llegó con los Marx, Engels y demás marxistas iluminadores del mundo mundial”. 

Obviamente este párrafo inicial entrecomillado es provocación pura y dura. Además de insultante y falso (mis disculpas por este fuerte inicio). Pero ha llamado la atención, que es lo que se pretende con la propaganda (además de mover conciencias y colocar el relato de turno). Y es el ejemplo perfecto de lo que son las fake news y propaganda, que no empezaron con Goebbels, un pardillo comparado con los actuales gurús y expertos en marketing y comunicación. Y comparado con los antiguos propagandistas, claro, que sabían mucho más que ese aprendiz patizambo, bajito y feo. 

A lo largo de la historia la propaganda ha estado al servicio del poder, de los intereses políticos y de la construcción social, moldeando nuestra opinión y manera de pensar. Ya en la noche de los tiempos el brujo y hechicero hacía una buena propaganda cuando le colocaba a su tribu el relato de dioses y espíritus a los que él y solo él tenía acceso mientras entraba en trance con hierbas, drogas y mejunjes varios. Se colocaba, vaya (los “fisnos” y eruditos hablarán de fenómeno cultural, religioso, histórico, social, etc.).  

La cosa mejoró con los faraones egipcios, que eran unos cracks en esto de montarse relatos del más allá mientras dejaban en las más acá pirámides, templos y demás obras a mayor gloria suya. De hecho, Ramsés II inventó las fake news cuando les hizo creer a sus súbditos que ganó en la batalla de Qadesh contra los hititas (mentira cochina porque la contienda acabó en tablas). 

Alejandro Magno también fue un digno continuador de esta costumbre. Y lo hizo tan bien que dejó para la posteridad una imagen épica de héroe. Falsa, claro, porque invadió el Imperio persa. Lo cual no impide que sea difícil encontrar en los escritos sobre él el calificativo de invasor. Y esto es así porque la palabra invasor sugiere algo contrario a la justicia y al derecho y Alejandro Magno, o sea los griegos, los occidentales, nosotros, los buenos, no invadimos (vuelvo a mi leit motiv del mono cabrón que invade, oprime, abusa etc.).  

También es falso que Alejandro pretendiera fusionar las culturas y pueblos griegos, persas, europeos y asiáticos por un interés humanístico. Como lo es que concertara matrimonios interétnicos de sus soldados por razones que no fueran estratégicas y políticas. Pero hete ahí que Alejandro lo hizo tan bien que a día de hoy nos lo creemos a pie juntillas (toma nota, Goebbels, pringao). 

Con Roma se inició la propaganda estatal y se alcanzó otro nivel. Y de hecho  el “Acta Diurna” (el primer periódico del que se tiene constancia), relataba las novedades políticas y sociales de la ciudad (propaganda incluida). Además del marketing de los emperadores romanos, que expresaban su poder a través de la escultura, moneda y obras públicas. Y para redondear la jugada hacían contrapropaganda condenando a los que no eran de su agrado a “condena de la memoria” (damnatio memoriae), eliminando todos los recuerdos del condenado (inscripciones, escritos, imágenes, etc.). 

Y en esto que llegó el cristianismo y su relato. La iglesia extendía su propaganda en iglesias y catedrales con éxito de crítica y público (como el Islam en sus mezquitas y el judaísmo en sus sinagogas). Y lo hizo de maravilla hasta que llegó el Renacimiento, el siglo de las luces, la Ilustración, la revolución francesa y esas cosillas sin importancia.  Y entonces la propaganda empezó a ser humana y no divina, porque como Dios había muerto según algunos, pues eso, había que anunciar cosas terrenales y no divinas. 

Ya en el siglo XX, las ideologías imperantes como el capitalismo, el liberalismo, el fascismo y el comunismo la utilizaron sin piedad. De Goebbels no hablaré, que todos conocemos sus 11 principios de propaganda. Ni del “nuevo hombre alemán” (ario y de raza superior, claro) y su “Nuevo Orden Europeo” (Neuordnung). Aquí hay que hablar de la mala interpretación que hicieron los nazis de la idea de “voluntad de poder” de Nietzsche y de algunas ideas de Hegel (otras fueron decisivas para el marxismo).  

Con la revolución rusa nació la idea del “nuevo hombre soviético”, paradigma altruista del nuevo hombre socialista y marxista, alejado del egoísmo burgués y capitalista. Décadas después, la propaganda castiza y cañí en la España franquista cristalizaba en la hoja parroquial del Nodo (inauguraciones de pantanos incluidas). Y como el arte no es ajeno a la propaganda, hay que reseñar que Dalí fue un propagandista cojonudo (de su propia obra, digo). Y mientras tanto, Hollywood nos incrustaba en el cacumen la propaganda yankee del “american way of life” (y nuestras cabecitas lo absorbieron, vaya que sí). 

En la actualidad la propaganda no es exclusiva de grandes genios y gurús de la comunicación. El más tonto fabrica relojes y ya no hace falta ser un lince como el lingüista Noam Chomsky ni hablar de sus “10 Estrategias de Manipulación Mediática” a través de los medios de comunicación de masas. En absoluto. Hoy lo hace hasta el último activista en redes. Y el ejemplo es la corriente del “wokismo o activismo woke” (otros lo llaman el nuevo reinicio). Woke (del verbo to wake, despertar) se refiere a haber despertado y tomado conciencia de los problemas de racismo, sexismo, feminismo e injusticia social. Una reedición del neomarxismo o marxismo cultural e ideas de la escuela de Frankfurt, pero mezclada con conceptos de feminismo, antirracismo y ecoactivismo. Todo ello centrifugado, tuneado y actualizado para hacer más apetecible y molona a esa izquierda que quedó huérfana tras el colapso de la URSS. 



Estos activistas woke de la nueva izquierda han reemplazado a la vieja izquierda tradicional marxista y han sustituido las cuestiones de clase por las de identidad, raza, género y sexo. Utilizan las redes de forma más emocional que racional (a los sentimientos no les importan los hechos y todo el conocimiento es un constructo occidental, blanco y heteropatriarcal). Y si alguien discrepa, lo hace por revisionismo histórico, revanchismo social o fascismo.  

Estos woke han sustituido la dialéctica de clases por una nueva terminología, como “heteropatriarcado, relato cristianocéntrico, cultura hegemónica, construcciones occidentales, heteronormatividad blanca, jerarquía de opresión, personas cis y transgénero”, etc. Como decía Focault, no hay conocimiento objetivo, sino solo epistemes o sistemas de conocimiento creados por grupos concretos para defender su poder. Y como la episteme actual se basa en la Ilustración, la filosofía europea occidental y sus valores (libertad individual, secularismo y método científico), hay que oponerse a ella, porque sería un artificio del hombre blanco, heterosexual, cristiano, occidental, machista y homófobo. Así que hay que desmontar todo para volverlo a montar desde cero. Una nueva episteme, un nuevo reinicio, porque la democracia liberal está podrida de raíz y no hay que mejorar ni ampliar sus valores, sino destruirlos y sustituirlos por otros nuevos.  

Y contra los wokistas está la propaganda antiwoke que hacen los ultras o neoliberales de la extrema derecha o derecha alternativa (alt-right). En estos grupos hay expertos en comunicación como Richard B. Spencer (un supremacista neonazi yankee) o Steve Bannon, el gurú propagandista de Trump, del Tea Party y fundador del medio ultraconservador “Breibart News”. O personajes como Le Pen, Salvini, Orban, Bolsonaro y demás populistas de partidos de ultraderecha. Incluido el nuestro: Vox. Por cierto, Bannon tiene en Bruselas la sede de “The Movement”, que “es un motor evangelizador” (de la extrema derecha, supongo). Y recordar que Bannon participó en la campaña del Brexit y fue el vicepresidente de Cambridge Analytica, la empresa de big data que utilizó los datos de millones de usuarios de Facebook para lograr un apoyo a la salida de Reino Unido de la UE. 

Así que entre wokistas y antiwokistas, nada nuevo bajo el sol, no hemos inventado nada y ser adanista en esto de la comunicación y creer que hemos descubierto el Mediterráneo, la Coca-Cola y el agua fría es una cagada. O no, porque la propaganda actual es muy sofisticada y sibilina y se basa en el “Neuromarketing, Marketing Emocional y Storytelling”. Se trabaja en las emociones y se crean historias para hacer sentir a los consumidores que son los protagonistas. Datos e informaciones que pasan directamente al tálamo y amígdala sin que procese el lóbulo frontal.   



No obstante, la propaganda tiene efectos secundarios que ni los mejores gurús de la comunicación aciertan a descifrar. Incluidos posibles efectos boomerang que nadie preveía. Verbigracia, la campaña electoral de Madrid, que la izquierda resumió en “el fascismo son los demás” (que recuerda la famosa frase de Sartre, pero madrileñizada) y que le salió regulín regulera. Por no hablar del trabajo titánico que hicieron Miguel Ángel Rodríguez e Iván Redondo. Éste último resume la propaganda en tres principios: evitar infundir miedo al votante, no producirle rechazo y suscitarle ilusión o esperanza. Algo así como ir directo a sus emociones y evitar que piense mucho (primero sentimos y después pensamos). O como ir derechito al sistema límbico evitando pasar por la corteza prefrontal, no vaya a ser que nos dé por pensar y jodamos el trabajo del publicista.  

¿Y qué podemos hacer frente a la propaganda? ¿podemos defendernos de ella? Es difícil porque el sistema es invasivo con sus mensajes y nos bombardea sin piedad. Pero no imposible. Claro que para ello tenemos que ser samuráis del rigor y detectives de la verdad. Lo cual supone esfuerzo, cultura y tiempo. Y la peña cada vez que oye la palabra esfuerzo o cultura se pone malita y le da un parrús o un jamacuco, porque lo fácil es dejarse llevar por el mainstream para que no colapse la sesera. 

Resumiendo, necesitamos satisfacer nuestras necesidades y la propaganda está ahí para anunciarlas, suscitarlas y provocarlas. Aunque sean subproductos falsos, de mala calidad y mercancía averiada. Ya lo decía Ana Torroja cuando cantaba “la gente busca nuevas sensaciones, comprar barato da una extraña excitación, busco entre los trapos, busco algo barato”. Un capitalismo de ficción, que diría Vicente Verdú. Un capitalismo de colorines que nos engaña para imponernos el jodido relato del poder, porque todos queremos imponer nuestra cosmovisión a los demás. Como decían Tears For Fears, “todos quieren gobernar el mundo”. Aunque sea engañando, añado yo. 

¡Malditos monos cabrones! ¡son mentirosos y manipuladores! 


Un Tipo Razonable

viernes, 14 de mayo de 2021

IMAGINA…LA PESADILLA (2011-2021)


Hace exactamente 10 años los Indignados tomaron la Puerta del Sol: 15 de mayo de 2011. La crisis FINANCIERA de 2008 había arrasado con una generación. Zapatero habló de brotes verdes que sólo sirvió para derrochar dinero en chuminadas.  Los jóvenes se quejaban de ser mileuristas porque  ese salario les impedía pensar en independizarse de su familia. Los desahucios mensuales ascendían a 5.000: 60.000 familias a la puta calle en ese aciago 2011.

Ramón Sampedro escribía el prólogo a un librito “¡Indignaos!”, que sirvió como acicate para que la gente dejara de compadecerse en las barras de los bares y tomara conciencia de que su situación no era culpa suya, sino que una estructura económica había llevado a ese colapso: el juego de las “hipotecas-basura”, vendidas por USA al resto de los bancos occidentales a sabiendas de que era una estafa piramidal.

Los jóvenes se indignaron, decidieron hacerse visibles en la calle, y tomaron la Puerta del Sol y muchas otras plazas en distintas ciudades de España. Soñaban con cosas tan cercanas como contratos estables y salarios dignos, vivienda social, oportunidades educativas para todos. Y sabían que el bipartidismo no se lo iba a proporcionar: habían pasado casi 30 años desde que el PsoE llegó al poder con ese discurso, y fue ese partido el que modificó a la baja el estatuto de los trabajadores, el que consintió que los ayuntamientos ofrecieran con cuentagotas alguna vivienda social sólo a los pobres de solemnidad y que perpetuó la educación concertada.

Los jóvenes, y sus abuelos “perroflautas” (que eran gente dura, del PCE de la clandestinidad), y tantos adultos que veíamos que ese sistema era profundamente injusto e insostenible, nos atrevimos a SOÑAR COLECTIVAMENTE. No la fantasía de “salvar el propio culo” con la lotería o pisoteando al prójimo, sino el sueño de un Mundo menos injusto, donde la “igualdad de oportunidades” fuera, al menos, como en los años 80: hijos de obreros que iban a la universidad, gente del pueblo que podían vivir con cierta holgura, atención médica para todos, convenios colectivos que protegieran a la mayoría. “Madrecita, madrecita, que me quede como ESTABA”.

A final de ese año, aún 2011, Rajoy se meaba en los trabajadores diciéndonos que “habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Un indicio de que esa Indignación no había prendido en toda la sociedad, sino que la mentalidad conservadora afectaba también a trabajadores y pensionistas que preferían lo malo conocido que lo bueno por conocer.

Yo he sufrido el insulto de Aguirre cuando a los maestros y profesores nos llamó vagos, afirmando que sólo trabajábamos 25 horas semanales…una señora que jamás ha hecho otra cosa que usar su lengua viperina contra la izquierda y, en privado, dar instrucciones a sus nuevas Generaciones del PP para saquear todo lo público que decían gestionar en Madrid: “el lobo a cargo de las ovejas”. Sé por testigos directos de su soberbia cuando soltó a los sindicatos: “A mí me han elegido dos millones de personas, ustedes, ¿cuántos afiliados tienen?” (resulta que la eligieron usando dinero negro para sus campañas, y los afiliados del PP no eran ni la décima parte de lo que decían).

Me refiero a que el Bipartidismo era una lacra inmovilista que se había repartido España y sus comunidades, con ayuda de CiU y PNV. Izquierda Unida era testimonial, irrelevante frente a ese sistema tan bien engrasado con dinero, puertas giratorias, intereses comunes y hasta bodas entre la gente de la Casta. Y aparece PODEMOS: dan la campanada en las elecciones europeas, logran diputados en provincias donde jamás el PCE logró superar el “voto útil”.

La gente SOÑÓ con la justicia, con quitar poder e impunidad a la Casta. Podemos decidió con muy buen criterio que 3 veces el salario mínimo para todo cargo público era una magnífica vacuna contra la profesionalización de la política y la tentación de hacer jugosos negocios con el dinero sobrante y aprovechando la información privilegiada que los lobbies están encantados de ofrecer para lograr la complicidad de los “servidores públicos”: era la forma de evitar sobornos.

La maquinaria de la Derecha se asustó: ese inconformismo amenazaba sus jugosos negocios: se financió a Ciudadanos como la alternativa limpia de la Derecha, y se publicitó cuantas informaciones falsas elaboraron las cloacas del Estado, con el ministro Fernández Díaz (numerario del Opus) y la inestimable colaboración del “comisario” Villarejo.

Para cada concejal electo, se movió (con todo el dinero que fue necesario) para encontrar algo con el que descalificarle: un retuit de cinco años atrás sirvió para llevarle ante los tribunales; la presencia contra un desahucio, también. No importaba que luego fueran absueltos, lo importante era enmierdar en primera plana y todos los días. La rectificación, si se lograba, se hacía en la menos leída y sin reconocer quién había mentido y a cambio de cuánto dinero.

Milagrosamente, por la soberbia de Ciudadanos y la desesperación de la ciudadanía, Podemos llegó a formar el primer gobierno de coalición: un Vicepresidente y varios ministros. Muchos millones de votantes  volvimos a soñar con un gobierno de izquierdas: subida del SMI, derechos laborales, legislación para el acceso a una vivienda, control a las grandes corporaciones, impuestos no sólo para los trabajadores. 



Y llegó la Pandemia: “Todo el mundo al suelo, coño”, digo “…en casa”. Nada de un frente común para salvar el país como en Portugal; nada de respetar al gobierno central como en Europa: palos en las ruedas contra Sánchez (Casado NO votó a favor del estado de Alarma) y mentiras de una presidenta de una Comunidad autónoma de 6 millones de madrileños  contra el presidente de los 47 millones de españoles. La frustración del paro, del miedo, de la escasez, se dirigió contra quienes se empeñaban en que la Covid no arrasara con todos los ancianos y vulnerables de España.

El resultado en Madrid: “la Libertad de las Cañas” ha vencido a la responsabilidad, la gente se ha meado en el sacrificio de los sanitarios (ya no se les aplaude). El sueño de hace 10 años se ha tornado en Pesadilla: la Muñeca diabólica y Morticia serán las mellizas de “El Resplandor”-

Unas escenas de la “Pesadilla en Spain-Street”, para que Abramos los Ojos:

Hoy Goirigolzarri ha planteado que medio millón de euros anuales son una basura: que necesita un salario de UN MIILLÓN Y MEDIO de euros, para poder despedir a 7.000 personas y a sus familias.

Ya sabemos que la macroeconomía va a mejorar con los 80.000 millones de subvención de Europa…pero que el paro no va a disminuir NADA este año.

La Ley de Cambio Climático se aprueba, pero su desarrollo y aplicación legal tardará años, cuando el 2030 era el punto de No retorno y es de temer que el PP, al más puro estilo Trump, derogue las principales medidas que afecten a las grandes corporaciones.

El coste de la energía se ha disparado, porque España sigue asumiendo una “Subasta” que lleva años robando a los españoles y que ya se ha demostrado que hacen trampas: se han parado plantas de producción baratas (eólicas, hidroeléctricas, nucleares) para así favorecer la entrada de las de gas, que encima repercuten íntegramente el impuesto de CO2 a los consumidores.


Los jóvenes, al menos los más descerebrados, salen en piara a celebrar la Libertad de cañas cuando y cuanto quieran: lo de preguntarse por qué tienen un 50% de paro, contratos parciales e inestables y ningún acceso a la vivienda, es cosa de otros. Seguro que IDA les puede dar una respuesta…ininteligible y absurda, pero resultona.

Sentido Común

viernes, 7 de mayo de 2021

TREINTA AÑOS DE PAX AMERICANA

¿Son treinta años un período lo suficientemente largo para evaluar los fundamentos, logros  y  consecuencias de toda una civilización? Algunos historiadores como Eric Hobsbawm  o Moshe Lewin hablan de que habría habido un siglo soviético iniciado en 1917 y finiquitado en 1991, con la disolución definitiva de la URSS. Un siglo corto pero de enormes implicaciones y consecuencias, entre ellas el aparente triunfo de la causa anticolonialista en grandes partes del mundo, la división de Europa en dos mitades con sistemas económicos y políticos incompatibles y un triunfo en la mayor parte del mundo occidental de lo que se dio en llamar el “estado de bienestar”. Según esta teoría, el auténtico “siglo americano” no habría comenzado de verdad hasta después de la caída del Muro de Berlín y de la URSS, es decir, en 1991. Dicho de otro modo, a partir del momento en que los Estados Unidos se sintieron totalmente libres de imponer su voluntad incluso en el último rincón del mundo. 

De hecho, esta teoría ha sido dada por buena de manera directa e indirecta por numerosos analistas norteamericanos. Por ejemplo, George Friedman escribió sin tapujos que el auténtico siglo estadounidense sería el siglo XXI. Lo cierto es que, desde la desarticulación del estado soviético, los Estados Unidos se han convertido prácticamente en el único juez y parte de la política internacional. Hechos que en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial habrían parecido impensables, como por ejemplo, la invasión de Iraq, la destrucción


del estado yugoslavo o el derrocamiento del líder libio Muamar el Gadafi (“We went, we saw and he died”, en las regocijadas palabras de Hillary Clinton), actuando totalmente al margen de los mandatos de las Naciones Unidas, se convirtieron en la nueva realidad. En palabras de Donald Rumsfeld, con motivo de la guerra de Iraq, “nosotros hacemos historia mientras que los demás se dedicarán a estudiar lo que hacemos”, y, por supuesto, esa idea contiene  la presunción de que también la Historia se escribirá según los mandatos de la única superpotencia mundial. 

Todo esto ha implicado  en la práctica un retorno al colonialismo disfrazado de “protección de los derechos humanos”, de la misma forma que Rudyard Kipling y otros apologistas del Imperio Británico y el estadounidense hablaban con el mayor convencimiento y desparpajo de “the White man’s burden”. el título del poema con el que el autor de “El libro de la selva” exhortaba a los Estados Unidos a asumir el control colonial del pueblo filipino y su país sobre las ruinas del caduco imperio colonial español. 

Este esperpento ideológico de Kipling, con todas sus implicaciones racistas y supremacistas, concordaba a la perfección con la doctrina del supuesto “Manifest Destiny” que informa y explica las bases ideológicas y mesiánicas del propio imperialismo norteamericano, que estaría justificado en su expansionismo constante por ser el país elegido por Dios para liderar la Tierra. Esta idea fue puesta en circulación de manera explícita en 1845 con ocasión de la anexión de Texas por el periodista John O’Sullivan por medio de la siguiente parrafada, publicada en la revista “Democratic Review” de Nueva York : 

“El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino.”

 

 Por supuesto, “este gran experimento de libertad y autogobierno” no incluía a la masa negra esclavizada , de los cuales se esperaba que aceptasen su papel de servidumbre de manera indefinida. La misma anexión de Texas era parte del plan de extender la actividad económica esclavista. Como es sabido, la joven república tuvo luego que superar determinados trastornos de crecimiento, como la Guerra de Secesión de los años 1861-1865, el desenlace de la cual puso en peligro durante una década –el llamado periodo de “Reconstruction”- el racismo institucionalizado de los estados del Sur. Pero el territorio del incipiente imperio fue creciendo de manera ininterrumpida, primero arrebatando sus tierras y sus vidas a la población nativa india por medio de una expansión constante hacia el oeste –uno de los auténticos motivos de la Declaración de Independencia-  que implicaba un genocidio gradual y constante, y adquiriendo otros territorios como Luisiana o Alaska de manera más pacífica.  En cuanto a las naciones del sur del continente americano, se daba por descontado que serían unos meros territorios de expansión del coloso del norte. Era sólo cuestión de tiempo que Estados Unidos extendiese esta condición de comparsas a todos los países del globo. 

Sin embargo, la primera incursión abierta de los Estados Unidos en territorio europeo con motivo de la Primera Guerra Mundial (1917), coincidió con un acontecimiento imprevisto y que de inmediato fue percibido por toda la prensa burguesa mundial como algo aberrante; la Revolución Octubre en Rusia. El hecho de que el régimen bolchevique se consolidara al mismo tiempo que Estados Unidos presentaba sus credenciales en el continente europeo fue una especie de presagio de una rivalidad que duraría más de siete décadas y que incluso después de la desaparición del estado soviético se perpetuaría por razones a las que volveré más adelante. 

 


 Quedaba por consolidar la expansión por el Pacífico, y en ese terreno el principal obstáculo era el Japón. Numerosos analistas norteamericanos y del resto del mundo –Lenin entre ellos- previeron que la guerra entre los dos países era inevitable, aunque el enfrentamiento no empezó a plantearse de manera inmediata en los años 30 , a medida que se desarrollaba el expansionismo japonés y cuando los Estados Unidos de Franklin D. Roosevelt obtuvieron de varías de  las monarquías petroleras del Medio Oriente que se negasen a venderle petróleo al Japón. El ataque a Pearl Harbour no fue más que la materialización de una guerra que figuraba en casi todos los pronósticos. 

El desenlace de la Segunda Guerra Mundial terminó de consagrar la expansión de la férula estadounidense por más de la mitad del planeta. Pero el dolor de muelas que significaba para el Imperio la existencia de la Unión Soviética seguía allí, como el dinosaurio en el microcuento de Augusto Monterroso. La URSS también había salido victoriosa de la guerra, pero al precio de una pérdida de más de veinte millones de vidas humanas a manos de los nazis y de la destrucción de una buena parte de su territorio. Consiguió tras la cumbre de Yalta protagonizada por Roosevelt, Stalin y Churchill extender su dominio a la mitad más pobre del continente europeo, y, de manera más importante todavía, creo la ilusión a nivel mundial de que existía una potencia que podía servir de contrapeso a los Estados Unidos. Incluso hubo lugar a que muchos pensaran que las guerras genocidas libradas en Corea y Vietnam eran, más que una aplicación inteligente de la nefasta y , como se vería, totalmente errónea “Teoría del dominó”, una muestra de la desesperación del gigante capitalista por excelencia ante el avance de las ideas socialistas en casi todo el planeta. 

Pero la guerras asiáticas de los Estados Unidos , una saldada con unas dolorosas tablas y la otra con la primera derrota militar reconocida en la historia del imperio, no fueron sino un episodio más de la interminable guerra de desgaste en que  Estados Unidos, muy superior económicamente, consiguió arrastrar a la URSS mediante la creación de la OTAN y un cerco económico , militar y tecnológico constante. Los errores de planificación y desarrollo de la economía soviética , y quizá su misma filosofía económica, que rechazaba conceptos como el de la obsolescencia programada y con ello renunciaba de antemano a un consumismo permanente, más los fiascos de Afganistán –ese “Vietnam para soviéticos” ideado por Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional y política exterior del presidente Carter- y Chernobyl terminaron de hundir la reputación del proyecto soviético en su propio país y propiciaron la llegada al poder de personajes como primero Gorbachov y luego  Boris Yeltsin y su corte de los milagros a lo Valle-Inclán pero representada en ruso con patrones marcados desde Goldman Sachs y los think-tanks americanos. 

Y aquí sí. Aquí llegó el éxtasis. El orgasmo americano del fin de la Historia, en palabras del inefable Francis Fukuyama, con la derecha volviendo a cooptar el pensamiento hegeliano después de décadas de haberlo rechazado ferozmente por considerarlo una de las bases del historicismo marxista. El único pensamiento político y económico posible sería el del triunfante neoliberalismo de los Chicago Boys de Milton Friedman y sus acólitos, en una especie de religión dogmática profana que , a través del mismo concepto de destino manifiesto ya mencionado, entroncaría para muchos con el dogma religioso propiamente dicho y a la vez con el sociodarwinismo. El hecho de que la desigualdad social aumentase a escala universal era ni más ni menos que una consecuencia deseada y buscada del sistema, disimulada a través del fraude intelectual del “trickle down theory” para mejor enredar a los crédulos. Y la vuelta en oleada del colonialismo con el  disfraz de la “intervención humanitaria”  la mejor prueba del éxito alcanzado. Además, esta intervención humanitaria, hermanada estrechamente con el concepto de “cruzada mundial contra el terrorismo”, implicaba una nueva concepción de la guerra, en la que la victoria militar no era tan importante como la destrucción a varias generaciones vista de los mismos países invadidos o atacados. 

En realidad, estos treinta años de “pax americana” han sido treinta años de genocidios y guerras sordas; Ruanda, Yugoslavia, Iraq, Libia, etc. por no mencionar las guerras de bloqueo económico contra países como Venezuela o la teocracia iraní y, en realidad, cualquier país que se oponga a los dictados del Imperio. Porque esta es la gran tragedia del Imperio Americano, la misma a la que arrastra al planeta entero; su necesidad inescapable de la creación permanente de nuevos enemigos , sean reales o inventados. En lugar del “peace dividend” prometido tras el fin de la Guerra Fría, la única realidad existente es la de una guerra continua que ahora se pretende extender incluso al espacio,  buscando el desangramiento económico  de China y Rusia como antes se consiguió el de la URSS y, sobre todo, la perpetuación de la supuesta necesidad de mantener una industria armamentística y militar sin paralelo ni precedente en la toda la Historia, la cual absorbe año tras año más dinero  que el que emplean en sus ejércitos  los diez países que le siguen en gasto militar, varios de los cuales , para mayor absurdo, son además aliados incondicionales. 

Todo ello en base al ya mencionado concepto del “destino manifiesto” que, cuando uno lo piensa, en sí no está muy alejado de los delirios nazis. 

Bibliografía: 

https://www.counterpunch.org/2021/04/28/the-russia-china-space-weaponization-treaty/

https://www.counterpunch.org/2021/04/29/kill-anything-that-moves-the-real-american-war-in-vietnam-revisited/

El Siglo Soviético (Moshe Lewin, editorial Crítica, 2021)

https://en.wikipedia.org/wiki/Manifest_destiny

https://es.wikipedia.org/wiki/Siglo_estadounidense


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