viernes, 27 de diciembre de 2019

CONFIANZA

¿Eres confiado o desconfiado? Confiar en las personas, a quien no le gustaría. Bueno, quizá me estoy precipitando en sacar conclusiones porque ser confiado de manera ciega, es ingenuidad, y ser confiado sin razones de peso, es temeridad.

¿Confiar en el Ser Humano en general, o confiar en una persona en particular? Habrá que decir que lo primero es algo más que confianza, en realidad. Es sobre todo esperanza. Esperanza en que el lado luminoso del Ser humano prevalezca a la larga sobre su lado oscuro. El lado luminoso existe, lo vemos en muchas ocasiones en infinidad de situaciones y gentes distintas, no es por tanto ingenuidad ciega; pero el oscuro también y así se nos manifiesta en más ocasiones de las que desearíamos, por lo que hay razones para pensar que es temerario confiar siempre y en cualquier circunstancia en la conducta humana, y que al hacerlo no estarás traicionando al lado luminoso, sino siendo prudente.

Confiar en una persona en particular, poner la Fe en ella y no en otra por "x" motivos, es una apuesta. La confianza puede verse defraudada, por supuesto: por eso es una apuesta. Si no te gusta el riesgo, no apuestes y no confies en nadie. Pero tampoco ganarás nunca la satisfacción de ver la confianza depositada recompensada. Y una recompensa siempre es una recompensa, aunque sólo recibas una en toda tu vida después de haber apostado unas ocho mil veces a toda la infinidad de combinaciones posibles entre tipos de personas y situaciones de vida.

Ser desconfiado, si entras en todos los aspectos del concepto, no parece tan malo, quizá incluso resulte recomendable. Una especie de medida de prevención. En principio no pierdes nada por adoptar esta actitud preventiva, y posteriormente según se desarrollen los acontecimientos aquella puede ir mutando a confianza de una manera natural, fluida, a la par que aminora el riesgo de fraude en la apuesta. Ganarse la confianza, que dicen, y ganársela a base de picar piedra duro y constante, día a día, año a año. Hacerse merecedor de ella.

Pedir a los demás que se ganen tu confianza en ellos es respetable y legítimo, no obstante tiene una pega bien gorda: deberás esperar idéntica actitud hacia ti por elemental reciprocidad. Y es muy posible que no te guste: notarás en tus propias carnes la prevención que aplicas a otros, y resulta una sensación como pegajosa, molesta. Y puede acabar siendo erosionante… de la confianza en la Confianza. Por eso es probable que muchos tiren la toalla a mitad de camino. Y es una pena, porque en ocasiones se tirará la toalla cuando ya estabas al final del camino sin saberlo… o sabiéndolo, como si causara un placer morboso ver dilapidado en un segundo un tesoro que tanto esfuerzo y tiempo había costado acumular.

Ser digno de confianza para los demás. Aquí el consenso sí parece absoluto: que se fíen de uno para todo, es una bendición… O pensándolo mejor, quizá tampoco sea tan bueno. En la sociedad en que vivimos el perdón, la compasión, las bajas expectativas, la conmiseración, las segundas (y terceras, y cuartas…) oportunidades  tienen un cartel considerablemente positivo. Tan positivo que a la persona no confiable le sale rentable ser así: tiene la confianza en que nunca deberá ganarse ésta por sus méritos, de que como siempre andará con red, directamente ni se molesta en subir a la barra de equilibrios. Tiene la confianza basada en que los demás confían en que siga siendo desconfiable. Qué chachi!

Mickdos