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La publicidad nos intenta manipular para que consumamos lo que no
necesitamos.
Es verdad. Pero que nadie se haga ilusiones por la revelación: no soy
ningún genio por decirlo. Eso mismo lo dicen cientos de libros, miles de artículos,
docenas de documentales, películas, series como Mad Men... y modestos foros
como éste; lo dice el sesudo experto en psicología de masas y antropología
social, y lo decía hace ya décadas el viejecillo de aldea aislada, sentado
delante de un añejo telefunken que ríe con su boca desdentada: ¡cómo te
intentan comer el coco estos de los anuncios, je, je!
Pocas cosas en el mundo congregan tanto consenso, como que existe una
conspiración secreta consistente en trepanar nuestros cerebros para
controlarlos. Suponiendo que esto sea verdad, lo sabemos o al menos lo
sospechamos, o sea que para empezar no tiene nada de secreta. Y para continuar,
si lo sabemos, podemos combatirlo y elegir. Esta es la clave y no otra:
capacidad de elección. No consumas lo que no necesitas, si no quieres, y
consume aunque no lo necesites, si quieres. Es así de sencillo. Pero hay que
buscar algo detrás, una especie de subterfugio moral, porque uno mismo no puede
ser culpable de las cosas malas que luego lo mortifican, no el único y completo
culpable.
Por lo tanto, si la publicidad consumista es un intento de manipular
para que caigamos en la red del consumo desmedido, que sí que lo es, en lo
único que tiene éxito es en poner al descubierto nuestra tendencia a endilgar
responsabilidades que son producto de la voluntad individual, de pura y desnuda
acción volitiva, en procesos o entes impersonales. Y qué cosa más impersonal
existe que la "sociedad" ¡La culpa es de la sociedad! cuantas veces
habremos escuchado esto.
O mejor: la culpa es de ellos ¿Ellos, quien narices son ellos? Como no,
los malvados poderosos y ricos que controlan las riendas de lo material y por
extensión pretenden el control de lo mental para alimentar sin fin esa
acumulación material. "Ellos" que nos manipulan a "nosotros",
que nos teledirigen a dónde quieren sin darnos cuenta... a pesar del abrumador
consenso mundial sobre que "nosotros" sí nos damos cuenta de
que no nos damos cuenta. Pasmosa la contradicción, si no fuera porque
está tan enrraizada que a quien se mira con extrañeza es al que la pone de
relieve, y no al que se contradice.
¿Y por qué medios físicos, sensoriales, nos teledirigen, si en
definitiva convivimos a diario con el bombardeo publicitario como se convive
con los insectos voladores a los que apartas de un manotazo, y no por ello los
insectos determinan nuestra vida?
Al parecer, "ellos" nos ponen una pistola invisible en la
cabeza de "nosotros" en el acto de entrar en un centro comercial y
adquirir el último modelo de IPhone. La pistola es lo suficientemente sutil en
su invisibilidad para que no nos cause un estrés durante la compra -todo lo contrario: la mayoría experimenta
placer al observar la tarjeta de crédito pasando por el dispositivo de pago- pero lo suficientemente contundente como para
que no podamos resistirnos al efecto de la amenaza que su existencia
plantea.... ni Freud sería capaz de analizar tal caso masivo de consciencia
dentro de la inconsciencia. O de inconscencia dentro de la consciencia, vaya
usted a saber.
¿Y "nosotros"? ¿quien diantres somos "nosotros"?
Pues... empezando por uno mismo, todo el mundo que ese uno mismo quiera
incluir, también el viejecillo pegado a su Telefunken, por qué no.