jueves, 28 de abril de 2016

LAS TROPELÍAS DEL PSOE

Las últimas y fallidas elecciones generales dieron al PSOE la llave de la gobernabilidad del país.
 De tal manera que, con su concurso, el PSOE podría haber formado gobierno en dos direcciones bien distintas: 
la gran alianza, liderada por el PP o la coalición progresista en la que habría de contar con la imprescindible participación de Podemos. 
Desde el primer momento, el PSOE dejó claro que no iba a darle el gobierno al PP y, consecuentemente, ni siquiera se brindaría a hablar con su líder, Mariano Rajoy, para tratar del asunto. 
También rechazó la oferta de Podemos para formar un gobierno integrado por militantes de ambos partidos.
Así que optó por firmar un acuerdo con C’s que, aun fracasando estrepitosamente en la sesión de investidura, lo mantuvo vigente y como primera providencia para negociar con cualquier otro partido. De esta forma tan expeditiva, el PSOE tiró la llave de la gobernabilidad al fondo del mar de los despropósitos.
De ser el perejil de todas las salsas, el PSOE pasó a convertirse en el perro del hortelano, ese que ni come ni deja comer. 

El despropósito del PSOE nos va a costar a los españoles más de medio año sin gobierno y unos cuantos cientos de millones de euros ¿Y todo para qué? ¿Por qué el PSOE ha obrado de esta manera tan torpe, pusilánime y mendaz? Supongo que nunca lo llegaremos a saber. 

Quizá porque sus dirigentes son como el arquitecto del chiste, que es arquitecto porque no es lo suficiente hombre para ser ingeniero ni lo suficiente mariquita para ser decorador.
O quizá es que, siendo puta, no lo es bastante. 
Por aquello de liderar a las izquierdas, no quiere pactar con el PP, y por aquello otro de carecer de liderazgo entre las fuerzas de izquierdas, pues tampoco quiere pactar con ellas.
Entonces se echa una novia pavisosa, que lo mismo le da que le da igual una cosa que la contraria con tal de pillar cacho, pero que su dote no alcanza para llevarla al altar.
Así que el PSOE se ha quedado descompuesto y sin novia. Y con un problema de identidad atroz. 

Es como aquel joven estudiante que abandona un par de años las aulas, por aquello de conocer mundo, y cuando quiere volver no puede; el mundo que conoció le anegó las neuronas en sustancias psicotrópicas y alcohol, y ya no es capaz de resolver ni una triste raíz cuadrada. 

Y, nada, en su confusión no quiere asumir su responsabilidad y no se cansa de repetir a quien le quiera oír que la culpa es de los otros, que él es bueno buenísimo, que lo ha dado todo por la patria pero, claro, los otros son malos malísimos y no le quieren bien. 
Caca, culo, pedo, pis.

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