“Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder” (Montesquieu).
“El poder desgasta sólo a quien no lo tiene” (Giulio Andreotti).
En 1932 Einstein y Freud mantuvieron correspondencia por cartas en las que debatían sobre el poder y la guerra. Einstein preguntaba a Freud por qué una minoría, la élite dominante, hacía la guerra manipulando a las masas a través de las emociones. Como solución sugirió una legislación internacional y un derecho supranacional para resolver estos conflictos de poder. Decía Einstein que el derecho y el poder van de la mano y que era difícil que los estados renunciaran a su cuota de poder. Y eso sigue sucediendo hoy porque el poder de las instituciones internacionales como la ONU poco pueden hacer ante el poder de los estados.
El poder es un concepto sexy, un tótem, un mantra y un desiderátum del que todos hablan como si fuera el bálsamo de Fierabrás: todos queremos empoderarnos. Sentir poder es gratificante, nos completa y nos realiza. Es una pulsión humana y se refiere a la posibilidad de hacer, realizar y producir efectos. Pero ¿efectos sobre qué? ¿sobre los demás?
Antes de hablar del poder sobre los demás (“el hombre es lobo para el hombre”, aforismo pelín crudo) y de juegos de poder (ya está Maquiavelo calentando), hablemos del poder sobre uno mismo. Decía Lao-Tse que “el que domina a los otros es fuerte; el que se domina a sí mismo es poderoso”. Séneca sentenciaba que “el hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo”. Esto mismo dice Daniel Goleman en su libro “Inteligencia emocional” cuando habla del poder sobre uno mismo como conocimiento y gestión de sus emociones para controlarlas. Algo parecido decía Sócrates cuando afirmaba que “sabio es quien sabe controlarse” y que “hay que conocer las debilidades propias para aprender a dominarlas”. De ahí la frase “conócete a ti mismo” inscrita en el templo de Apolo de Delfos. O en román paladino, lo que siempre se ha llamado fortaleza mental y autocontrol: ahí empieza el auténtico poder, en la autodisciplina.
De esta disciplina personal hablaba Baltasar Gracián cuando escribió que “no hay mayor control que el que se tiene sobre uno mismo… ése es el triunfo de la voluntad” (frase que recuerda a la “voluntad de poder” de Nietzsche y a "el triunfo de la voluntad" de Leni Riefensthal). También decía Gracián que “seamos grandes amos de nosotros mismos para que mostremos superioridad”. Pero ser amo de uno mismo necesita esfuerzo, concepto no muy en boga en la actual sociedad de consumo y ficción que invita a la dejadez y comodidad de un cierto "pasotismo hedonista" en el que somos desertores de nosotros mismos y de nuestro poder (algunos lo llaman alienación y manipulación de masas).
Pero vayamos a lo mollar, al poder sobre los demás, a que nuestra voluntad se imponga a otros. Y esto empieza ya en los albores del Homo Sapiens con el poder del hechicero y el jefe de la tribu: ahí empiezan el poder divino y el poder terrenal. Luego la cosa se sofistica y empiezan las religiones y los imperios, chamanes y reyes, sacerdotes y faraones, papas y emperadores, obispos y señores feudales. En un principio, el poder tenía un origen sagrado y venía de Dios, que es omnipotente por definición. Y desde entonces los juegos de poder son consustanciales al ser humano a lo largo de la Historia porque el Homo Sapiens tiene voluntad de poder. Conflictos de poder entre tribus, culturas, civilizaciones y religiones; en Europa, América y todos los continentes; entre nativos, entre blancos, en Oriente y Occidente, en el islam y en el cristianismo, entre feudos, imperios y todos los colectivos humanos. La Historia es una sucesión de juegos de poder entre grupos humanos que han conformado la identidad de las naciones. Y éste es el trayecto humano desde el imperio acadio en Mesopotamia (el primer imperio de la historia) hasta los actuales imperios de USA, Rusia y China.
Hablar de poder es hablar de estado. Son muy conocidas las tradicionales versiones del poder de Hobbes, Rousseau y Maquiavelo. Así, Hobbes habla de una inclinación general del ser humano hacia un perpetuo e incesante afán de poder, que termina solamente con la muerte. Por ello sugiere un contrato social en el que los hombres ceden poder al Estado, que lo ejerce a través de leyes, porque el hombre es malo por naturaleza. Rousseau piensa que el poder del estado origina violencia porque el hombre es bueno por naturaleza (buen salvaje). Maquiavelo deja de lado los criterios morales del "buen gobierno" para buscar un "gobierno eficaz”. Por eso ve necesario un Estado como poder para mantener el orden y recomienda al gobernante infundir miedo a los súbditos, tener medios de coacción y ser más temido que amado para ejercer mejor ese poder. Kant habla de un gobierno o poder mundial con una base jurídica de derecho internacional. El objetivo de este poder mundial sería la comunidad ética global. Y yo le digo a Kant que, además de salao, es un optimista utópico si piensa que el poder se va regir por criterios éticos (ojalá, pero va a ser que no, de momento).
Con el surgimiento del marxismo se da un enfoque económico a las luchas de poder entre clases sociales, que es lo que mueve la historia. Engels vincula el poder con el surgimiento del Estado, estructura que pretende asentar y arraigar la propiedad privada y medios de producción de los individuos poseedores de los recursos (poder). Y ahí empiezan las relaciones de poder entre explotadores y explotados. Por eso Marx hablaba de una revolución mundial para una sociedad sin clases y sin esas relaciones de poder entre dominantes y dominados. Ése sería el final de la historia: sin lucha de clases ya no habría luchas de poder, porque el poder lo ejerce el estado (clases dominantes), que debe ser eliminado mediante la dictadura del proletariado.
El Anarquismo y Libertarismo propugnan la desaparición del estado como poder y la libertad del individuo frente al poder estatal, que debe ser abolido. Proudhon niega tajantemente cualquier forma estatal de gobierno, influyendo en Bakunin, cuyo anarco-colectivismo influye en el anarco-comunismo de Kropotkin. Son conocidas la frase “Ni Dios, ni patria, ni amo” (justo lo contrario del Oriamendi carlista “Por Dios, la patria y el Rey”), la Idea de Mutualismo de Proudhon (“la propiedad es un robo”, decía), las discusiones en la Primera Internacional entre Marx y Bakunin, el "anarquismo egoísta" de Max Stirner (feroz individualista) y la revolución anarquista de Nestor Majnó (que conoció a Durruti). El anarquismo tuvo auge al principio del siglo XX en España y la CNT llegó a tener cientos de miles de afiliados. Y como hay muchas corrientes anarquistas, me pregunto si hay elementos de coincidencia entre el anarcoliberalismo y el neoliberalismo, porque ambos dejan al estado reducido a su mínima expresión o directamente desaparecido (¡viva la anarquía de libre mercado!).
Para Foucault, a diferencia de los autores anteriores, el poder no está en el Estado sino en los "operadores de dominación", en las “mallas del poder y sus hogares moleculares”. El poder no estaría localizado en el Estado, sino que sería un efecto, una estrategia, unos mecanismos, unos dispositivos culturales asentados a lo largo de la historia. El poder no es una propiedad que posee la clase dominante, sino una estrategia, cuyos efectos se deben a dispositivos u “operadores de dominación y mallas de poder". Para Foucault la historia es el discurso del poder, el relato a través del cual el poder somete y domina. Y frente a este discurso del poder, habría saberes sometidos: saberes de la gente, locales, particulares, regionales, descalificados, ingenuos y olvidados. Por eso habla de “la insurrección de los saberes sometidos” y del “retorno del saber”, de esos contenidos históricos que fueron sometidos y sepultados por el discurso oficial del poder. Verdad, saber y poder estarían íntimamente relacionados en paradigmas impuestos por el poder, en cuyos mecanismos y redes se produce una verdad “oficial”. Y para romper este sometimiento de los saberes históricos, es necesaria una batalla política y cultural y así cambiar estos “epistemes” o sistemas de conocimiento. Esta batalla se sigue dando en periodos de paz porque “la política es la guerra continuada por otros medios”. Y en esta batalla política y cultural hay que utilizar el lenguaje como arma y, si fuera necesario, formar una neolengua para conformar una nueva realidad que contradiga los relatos oficiales de poder: un contrarelato de nuevo poder. Y eso hace la nueva izquierda con su lenguaje inclusivo y su nuevo relato alternativo de la historia.
Hoy el poder está en los medios y en la propaganda, que utilizan el “Neuromarketing, Marketing Emocional y Storytelling”. Este poder actúa en las emociones de los consumidores. Iván Redondo resume el poder propagandístico en tres principios: no infundir miedo al votante, no producirle rechazo y suscitarle ilusión o esperanza. Algo así como ir directo a las emociones, al sistema límbico, amígdala y tálamo, evitando el neocortex frontal para que el personal no piense mucho, porque primero sentimos y después pensamos (o no pensamos, que es lo que se pretende).
En el actual capitalismo de ficción y consumo, al poder le importa más parecer que ser, la imagen que la realidad. Por eso el sistema emplea la Psicopolítica, en la que el poder no aparece como dominación u opresión, sino como sugestión y seducción que hace que los ciudadanos se sometan por sí mismos sin ser conscientes. Ciudadanos que se creen libres cuando la realidad es que el sistema sigue ejerciendo su poder. De forma sutil e inteligente, pero sigue siendo poder (esto lo explica bien el filósofo Byung-Chul Han). El conocimiento y la información son poder y el sistema no está interesado en que estén al alcance de los ciudadanos, por lo que les desinforma y les entretiene para mantenerlos ignorantes y lejos de la verdad. Y eso hace Hollywood, entretenernos con su espectáculo, su “american way of life” y su “self made man”. Lo cual no impide que el poder político en las actuales democracias occidentales esté en crisis y sea menos eficaz que el sistema chino de comunismo liberal. Parece que Montesquieu y su separación de poderes ceden ante el poder chino, ¿cuál prevalecerá?
¿Y dónde está el poder actual?
En las elites globalistas, que son la nueva aristocracia, los nuevos señores feudales y los nuevos explotadores. Hoy el poder está en las grandes Empresas Tecnológicas o Big Tech (Google, Apple, Facebook, Amazon, etc), Empresas Farmacéuticas o Big Farm (Pfizer, Roche, Janssen), Fondos de inversión (BlackRock, Vanguard, etc), Empresas del Complejo Militar Industrial (Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, General Dynamics), Banca, magnates como George Soros, Bill Gates, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, la familia Rockefeller, los Rotschild, etc. Estos magnates poderosos se reúnen en el Foro de Davos y club Bilderberg para ejercer su poder y darnos instrucciones de cómo debemos vivir y qué estilo de vida adoptar. Ése es el poder actual, porque el dinero que manejan es superior al PIB de muchos estados. Un poder nunca imaginado, un poder planetario mayor que el de los estados.
La vida es poder y en todos los colectivos humanos se dan dinámicas de poder: en la pareja, en la familia, en el trabajo, en los medios de comunicación, poder económico, político, judicial (lawfare), social, sexual, etc. La política es un juego de poder y la dialéctica también, porque la palabra y el lenguaje son herramientas de poder. Juegos de poder dentro de los mismos partidos, como la actual guerra entre Ayuso y Casado. Como la que hubo durante la guerra civil española dentro de la derecha entre falangistas, carlistas, alfonsinos y CEDA. Guerra de poder que terminó con el Decreto de Unificación que Franco impuso con mano de hierro (tenía claro qué es el poder).
¿Podemos ejercer el poder de forma no jerárquica y vertical sino horizontal y en redes? ¿un poder autogestionado por la gente y no ejercido por élites y grupos dominantes? ¿un poder más justo y sin corrupción? ¿un poder más humano y de base ética?
Quizás
sí. Si fuéramos seres angelicales, claro. Mientras tanto, seguiremos
siendo monos egoístas con voluntad de poder. Y para cambiar esta
relación de poder, éste será conquistado o negociado,
porque el poder no se cede gratis y no puede haber vacío de poder. Al
final, el precio del poder sería la soledad del poderoso, con lo cual la
erótica del poder sería el onanismo del poder. Somos así, el poder es
así. Y como decía la canción, "lo siento mucho,
la vida es así, no la he inventado yo" (aunque muchas canciones hablan de "el poder del amor", ¡qué bonito!).
Un Tipo Razonable