viernes, 16 de abril de 2021

Amores Húngaros: dos hombres y un destino (o una buena pelea)

 “La trascendencia significa ir más allá de la dualidad. La dependencia significa quedarse dentro de la dualidad”.


 

Esta frase de Osho Rajneesh me recuerda a Shakespeare cuando decía que no existe nada bueno ni nada malo y que es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así. Pero el caso es que la historia de la Humanidad es una sucesión de dualidades en el tiempo. Y cada época tiene la suya. Dualidades que originan dilemas, relaciones difíciles de amor-odio, periodos de guerra y paz, encuentros y desencuentros, acuerdos y desacuerdos, victorias y derrotas.   


Esta dualidad se aprecia en todas las religiones y culturas como expresión de la unión de contrarios e idea de totalidad. Dualidad religiosa representada por la unión del dios (el cielo, el sol, la luz, el día, la energía masculina, la expansión, el intelecto) y la diosa (la tierra, la luna, la oscuridad, la noche, la energía femenina, la gestación, el misterio oculto). El Ying y el Yang forman el Tao o la totalidad y el dios y la diosa unidos forman la Unidad de lo que Es. En la mitología griega Helios (dios del sol), se casó con   Selene (diosa de la luna). En la mitología maorí el mundo comenzó cuando Rangi (el cielo, elemento masculino), y Papa (la tierra, elemento femenino), se separaron del abrazo que los inmovilizaba. En la mitología del antiguo México la creación comenzó cuando Ometecuhtli se dividió en Ometeotl y Omecihuatl,  sus formas masculina y   femenina.  


El punto cuatro de los siete principios Herméticos   dice: “Todo es dual; todo tiene polos; todo tiene un par de opuestos; semejante y desemejante son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado: los extremos se encuentran; todas las verdades no son sino medias verdades; todas las paradojas pueden ser reconciliadas”. Y estas ideas duales del hermetismo de Hermes Trismegisto son compatibles con la ciencia, las religiones y el ateísmo.  


Esta idea de dualidad   existe desde la noche de los tiempos entre tribus de homo sapiens, cromañones y neandertales. Y en todas las culturas: Atenas y Esparta, Grecia y Persia, Alejandro Magno y Darío, Roma y Cartago, Cánovas y Sagasta. Aunque las dualidades de la postmodernidad líquida son más pedestres y ordinarias:  Messi o   Cristiano, George Clooney o Brad Pitt, Pop o Rock, Beatles o Rolling. Los siglos XIX y XX han sido testigos de dualidades encarnizadas entre capitalismo y comunismo, totalitarismo y democracia, izquierda y derecha, marxismo y liberalismo, Occidente y Oriente, mundo desarrollado y subdesarrollado, países ricos y pobres, Norte y Sur, ciencia y religión. Y ahora entre “fascismo y comunismo” en las elecciones del 4-M (el eslogan “Comunismo o libertad” me recuerda el de “Socialismo o barbarie”, “Patria o muerte” y “El caos o yo”). Y ahora en el blog, entre los que piden baneos o no, entre los que quieren normas o no, entre foreros activos y pasotas, entre los que consideran baneables a unos o a otros.  



Dicen que todos tenemos nuestra némesis y nuestro contrario (Aznar y Felipe, Casado y Sánchez, Ayuso e Iglesias). Y al final seguimos en nuestras trincheras, cada uno en la suya y cada uno con su tribu. Y por eso siguen las dualidades en este blog, cuyas trincheras hacen que parezca un ring de boxeo o de lucha libre, donde hay zascas  y vuelan los puñales. Los bonobos no lo harían, pero somos chimpancés cabrones, no seres celestiales. Y por eso estas dicotomías foreras entre puristas y pragmáticos, radicales y moderados, maximalistas y posibilistas. Estos últimos son los peores por tibios, equidistantes, flojos y cobardes (hay que mojarse, coño, y si no, al calabozo bloguero, por timorato e indeciso, no te jode).  

 

Como metáfora de esta dicotomía humana, los feroces enfrentamientos entre Victor Orban y George Soros son un buen ejemplo de relaciones épicas de odio mutuo. Ambos húngaros, ambos motivados y ambos con ideas claras que les hacen querer llegar hasta el fin. Uno es la bestia parda del otro. Son enemigos íntimos desde hace muchos años y lo seguirán siendo hasta que se mueran. Dos tipos con ideas claras, dos hombres y un destino. El ganador se lo llevará todo y no habrá piedad con el perdedor. Un juego de resultado cero porque su enfrentamiento es la metáfora del enfrentamiento de las dos ideologías imperantes en el mundo actual: gobalistas internacionalistas Vs identitarios o reaccionarios.  



 Orban en su juventud fue comunista (militó en la Liga Húngara de la Juventud Comunista) y después abandonaría esa ideología. Recibió una beca estudiantil de la Fundación Soros (paradojas de la vida, de Soros, su futuro enemigo). En los inicios de su carrera política era liberal, después conservador o de derechas, virando con el tiempo a posturas ultraderechistas  “(neo)fascistas”. Soros es un multimillonario que nació en Hungría, huyó a Reino Unido tras la IIGM y se mudó a USA, desde donde dirige sus finanzas. Es progresista y dona fondos a través de su fundación Open Society. Su ideología es antiOrban 100%.  



 Hablar del enfrentamiento Orban-Soros es hablar de la batalla actual entre globalistas internacionalistas e identitarios reaccionarios. Hablar de Soros es hablar de Bill Gates, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y demás magnates “filántropos” que quieren un nuevo orden mundial. Hablar de Orban es hablar de Trump, Bolsonaro, Le Pen, Salvini y demás “(neo)fascistas” que se oponen a ese nuevo orden mundial. Los globalistas hablan de un mundo global sin fronteras. Los identitarios son reaccionarios que quieren mantener la diferencias, peculiaridades y raíces culturales de cada país. Por eso Orban es antiinmigración, se niega a recibir refugiados musulmanes y los considera extraños a la cultura europea occidental y cristiana. Es partidario de defender las fronteras, las naciones y las culturas y reitera su rechazo al multiculturalismo. En cambio Soros es proinmigración, defiende la apertura de fronteras y un multiculturalismo en el que se diluirían las peculiaridades culturales, históricas y sociales de las naciones en aras de un "internacionalismo social y multicultural".  



 Estaréis pensando que ante esta dualidad global dónde quedan las ideologías tradicionales (conservadores, derechistas, liberales, izquierdistas, socialistas, comunistas, anarquistas, etc.). Es una buena pregunta, porque esta vorágine dicotómica hace que el mundo vaya a una polarización ideológica, pero distinta a la que había en el siglo XX entre los bloques comunista y capitalista. Este mundo polarizado hace que se pierdan los matices intermedios y haya que elegir entre estos polos extremos.  


Dada la sustitución del eje tradicional izquierda-derecha por este nuevo eje gobalistas-identitarios, ¿podríamos subsumir en este “(neo)fascismo” identitario a conservadores, derechistas, liberales, neoliberales, tradicionalistas e ideologías que no sean de izquierda? ¿podríamos incluir en este internacionalismo globalitario y multicultural a socialistas, comunistas, progresistas, marxistas e izquierdistas?   


Opino que no deberíamos porque sería una simplificación y reduccionismo empobrecedor. Y además porque entre estas dos líneas ideológicas hay personas en tierra de nadie, no especialmente ideologizadas y que asisten atónitas a esta polarización mundial. Son muchos los que no quieren elegir porque creen que hay más opciones (los llamados equidistantes, tibios y demás epítetos “cariñosos”). Estos “equidistantes” que están al margen de esta dualidad me recuerdan al movimiento de países no alineados nacido en los años 50 del siglo pasado  ante los bloques capitalista y comunista (movimiento que se quedó en nada, ni chicha ni limoná).   




Es una putada, pero el mundo siempre será dual. Incluso en cada uno de nosotros: el principio de placer y el de realidad, lo que queremos y lo que podemos, lo que quisimos ser y lo que somos, el yo soñado y el yo real. Y ese dolor dual siempre nos acompañará.  Porque la vida no es una búsqueda del placer ni una búsqueda de poder, sino una búsqueda de sentido a esa dualidad. O de alternativas,  porque las dualidades son simplificaciones de una realidad que jamás entenderemos. Además, estas dualidades anulan el pensamiento crítico y “el pensamiento no puede tomar asiento, el pensamiento es estar siempre de paso”, como decía Aute. Ya lo decía Búnbury cuando cantaba “Entre dos tierras estás y no dejas aire que respirar”.   

  

¿Mi conclusión?  

Me cisco en todas las dualidades.  



Un tipo razonable