sábado, 24 de agosto de 2019

LA ESTUPIDEZ MATA O LA ADMINISTRACIÓN, CÓMPLICE DE LA SANGRÍA, PARTE III


Otro asunto, las famosas ITV, otra estratagema más de similar intención, la economicista. ¿Cuántos trastos hemos visto en la carretera? y nos hemos preguntado: ¿dónde pasa la ITV este elemento? Por no hablar de las grandes flotas de vehículos.

Resulta que cada vez se exige antes y por menos tiempo. Un vehículo con cuatro años, en el 90% de los casos está nuevo. ¿Cuántos kilómetros hace al año un conductor medio? Todas estas medidas que la administración disfraza de preventivas no tienen más motivo que el economicista fundamentalmente. Se han parado a pensar para qué se hacen las carreteras. El coche es el tótem de esta sociedad. Con vistas a él se hace casi todo. Es un pilar fundamental de la economía de los países occidentales industrializados. Hasta una triste casa rural tiene una relación directa con él. Piénsenlo.

Pero dejando estos aspectos económicos a un lado, que no por ello dejan de ser muy importantes, volvamos al permiso. ¿Hay algún ingenuo aún, que piense que en las autoescuelas se enseña a conducir?, ¡qué honrosas excepciones debe haber! Otro aspecto economicista más. Por un dineral te enseñan picarescamente (algo muy arraigado en nuestra manera de ser) a tratar de aprobar esa prueba totalmente subjetiva y, en ocasiones sujeta al capricho del examinador, a la que nos somete la administración, eso es todo. Esto por no hablar de los exámenes para los infractores que ahora han puesto de moda.

LOS AYUNTAMIENTOS

Ya referí antes que son las administraciones que menos se implican en la llamada seguridad vial, y es cierto. Hay que decir en su descargo, sobre todo en las grandes ciudades, que el tráfico rodado es un gran problema para los responsables, no tanto de seguridad, que también, como de ordenación del mismo, pues sin orden la convivencia sería caótica por no decir imposible, aunque en ocasiones ya se acerca mucho a ello. No en vano lo que prima son la vigilancia y el negocio de los estacionamientos. Pero cuando se trata de la seguridad, esta está dejada de la mano de dios o del diablo, no se sabe bien.

Todo son bolardos, badenes, ¿cuántos habrá en el país?, ¿cuánto nos cuestan?. Por cierto, yo pensaba que un badén era lo contrario de estos montículos, que están tan de moda en casi todos los municipios.
En vez de atajar los problemas de raíz y en el origen, todo es tratar de paliar los desaguisados de los conductores con medidas «colaterales», palabra tan de moda de unos años acá. Que los automovilistas in- cívicos corren en demasía, pongamos obstáculos, que se fastidien los cívicos también. Que los sinvergüenzas se suben en las aceras, pongamos bolardos y hagamos rediles con talanqueras, que se fastidien los peatones, con problemas de movilidad o sin ella. Bolardos que en ocasiones son incluso peligrosos si alguien se cae con ellos o sobre ellos andando por la acera ¡Qué triste y vergonzoso! ¡Vaya forma tan curiosa de solucionar los problemas!

¿Cómo es posible que cada dos por tres veamos en televisión a vecinos de un pueblo o de un barrio hartos de hacer peticiones a los responsables municipales, o autonómicos en otros casos, manifestarse pidiendo a gritos que se les ponga un semáforo, un paso de peatones, etc., porque hay problemas? Pasa el tiempo y nadie hace nada hasta que hay una desgracia, y a veces ni por esas ¡Es indignante que se tenga que llegar a eso!, cuando el concejal o alcalde responsable debería de actuar de inmediato cuando esto sucede, incluso anticipándose a las quejas de los vecinos, ¿pues no están en ese cargo precisamente para eso, para solucionar los problemas de estos con diligencia? y resulta, que todo son excusas para justificarse, la pelota de unos a otros ¡qué poca vergüenza!
Muere una mujer embarazada y, días después el hijo que concebía a consecuencia de un atropello en una calle de Villalba, porque la señal vertical que precede a un paso de peatones unos gamberros incívicos la han tronchado hace meses, y el «conductor», por deslumbramiento al parecer, no ve las marcas del paso de peatones en la calzada; nadie se ocupa de reponer en el plazo más breve posible esa señal. Es increíble, indignante e intolerable. Lo más preocupante es que nadie es responsable de nada. ¡Qué país! ¿En manos de quiénes estamos?
A PROPÓSITO DE UNA PROTUBERANCIA
¿Cuántos pueblos y ciudades hay en España? Y por tanto, cuántos «badenes». ¿Cuántos alcaldes y concejales? ¿Es posible que ninguno de estos próceres de nuestros pueblos y ciudades haya caído en la cuenta de que: poner obstáculos en las calles y carreteras de nuestra España es una falta muy grave, según la ley de seguridad vial? Ley, que igual que todas las demás están obligados a cumplir y hacer cumplir por juramento o promesa pública. Y me importa un rábano que luego quieran justificarse mediante normas (argucias legales, diría yo) más o menos encubridoras de la falta, como que si no deben tener más de 15 cm y otras sandeces parecidas. Un obstáculo es un obstáculo y no se puede justificar simplemente porque yo soy el alcalde.

A ninguno de ellos se les ha ocurrido además que esos obstáculos no sirven mas que para incordiar y fastidiar, así como para estropear el vehículo a los ciudadanos honrados que circulan como es debido, que aunque seamos pocos, estamos asistidos por la razón..., aunque estemos en minoría; pues la mayoría no significa necesariamente tener razón.
Les ruego encarecidamente que vigilen por espacio de un tiempo cómo se pasan esas protuberancias que nos han costado un dineral a todos los ciudadanos, honrados o no. Quien más y quien menos aminora la marcha para a continuación apretar el acelerador sin tino, para volver a hacer lo mismo otra vez ante el siguiente chichón. Gasto estúpido de energía, contaminación absurda, ruidos incesantes e innecesarios. Qué pretenden, que para que se vaya despacio, tengan que ponerlos cada diez o quince metros, ¡qué poco sentido común!

Por otro lado observen como, para los incívicos, les llamo así con- descendientemente, es como si esos chichones no existieran; luego, ¿qué es lo que han conseguido estos próceres?; un resultado totalmente contrario al que pretendían, suponiendo que de sus caletres salga algo razonable. Persiste el problema, pero aumentado con todos los inconvenientes que acabo de enumerar y alguno más obviado. Pues bien, siguen con contumacia sembrando nuestras calles y carreteras de caballones.

Una vez más no se atajan los problemas de raíz, no, se parchea una y otra vez las consecuencias de esos problemas. Todo esto haciendo caso omiso de sus obligaciones y responsabilidades ante los ciudadanos, o, quizá ¿habría que llamarlos de otra manera?, porque no nos engañemos, los ciudadanos nos dejamos ningunear, si no fuera así, no tendríamos estos próceres chuleándonos.

Hagan su trabajo como es debido, sancionen y persigan a los infractores y déjennos en paz a los demás, o es que quizá eso sería impopular, como dicen ahora, y, temen a los votos de esa mayoría incívica.
Pues ese debe ser su cometido señores, mal que les pese, hacer la vida más apacible y tranquila a los ciudadanos honrados, tomar decisiones valientes siempre presididas de justicia y razón, si es que son reconocibles esos valores, que parecen cada vez más olvidados. Claro que no son rentables políticamente.
A propósito de lo referido con anterioridad. En un periódico leo la estupidez de un acuerdo entre la DGT y FEMP para reducir en los municipios la siniestralidad que se produce por la falta de respeto a la velocidad establecida. Estos políticos o cargos, ¿nombrados a dedo? (Ana Ferrer y Andrés Monzón, etc.) no pueden seguir en sus puestos, cobrando del erario. Ahora se les ha ocurrido que vayamos todos a paso de tortuga por las calles haciendo un amasijo de chapas multicolor y respirando dentro de una humareda perniciosa. Todos a 30 km/h. A su tremenda incompetencia añaden su estolidez, ¡qué horror! Los ayuntamientos llevan haciendo dejación de su responsabilidad en estos asuntos más de treinta años. ¡Ya está bien!, ¿no les parece?


En otro orden de cosas, ahora en el ámbito estatal, parece ser que el congreso de los diputados ha aprobado por unanimidad anular la norma por la cual a los noveles se les prohibía circular a más de 80 km/h. La razón, decía la prensa, es que era una norma antigua. Una vez más los antiguo no tiene cabida, qué absurdo. También se podía haber simplemente adecuado esa norma y permitirles circular como antes en carreteras secundarias limitadas a 90 km/h. Permitir circular a 90 en vías con limitación genérica de 100 y permitirles ir a 100 en las limitadas genéricamente a 120 km/h. ¿Qué tal les parece mi propuesta, señores lumbreras? Y todo gratis, sin reuniones de grandes sesudos, generalmente muy costosas para todos. Por cierto: salvo cuatro descerebrados que creen ser los reyes del mambo, los principiantes en general tienen cierta aprensión a cometer infracciones. Es a partir del primer año cuando, creyendo ser unos expertos, se pegan los mayores tortazos. 

Hastalos