Como ya he dicho anteriormente, muchos de estos «accidentes»
son achacados, por parte de la administración, a las distracciones de los
«conductores», como las llaman ellos. Yo considero en cambio que
fundamentalmente se debe a una falta constante de atención a lo que están
haciendo, además de distracciones que pueden ser ocasionales. Pues muchos sólo
prestan atención, y de qué manera, cuando se trata de jugársela al prójimo de
su entorno cercano.
Es totalmente incongruente por parte de los portavoces de la
administración decir esto y por otro lado permitir la proliferación de todos
los cacharritos que se montan en los vehículos, que por otro lado son en muchas
ocasiones el gancho de compra para muchas mentes obtusas. Van estos, desde la
simple radio hasta el DVD, pasando por todo lo imaginable: GPS, MPx, teléfonos
manos libres y no tan libres, etc., mandos en el volante o en palancas o
botones anejos para controlar esos juguetes. ¿Dónde está el botoncito?
Resultado: Pérdida de atención a lo que deberíamos, es decir distracción.
A propósito de los teléfonos móviles: no sé si se ha puesto
en práctica en algún sitio, pero leí una noticia en su momento en la que alguna
administración proponía subvencionar los manos libres, ¡qué gran idea! Además,
y, sobre todo pensando en los más pobres.
Estas cosas ponen de manifiesto varios aspectos de lo más
interesante: El primero, voy a hacerme una norma a mi medida, yo hablo mucho
por teléfono en cualquier momento del día, así podré hacerlo sin temor a que me
multen y de paso me lo instalo ahorrándome unos euros cogiéndolos del bolsillo
de todos. Segundo: mejoro mi imagen entre los que me critican de rígido e
intransigente, recaudador de multas, etc. Tercero: incentivo el consumo y
contribuyo a crear puestos de trabajo, como dicen ellos, qué excelente me ha
salido.
Seamos serios, por favor, si es que eso es posible en este
país. Exigir (y hay que hacerlo) al guiador (nótese que no digo conductor) del
coche una atención máxima y poner al mismo tiempo todos esos tentadores cacharritos
en sus manos es una incongruencia abominable. Yo me pregunto: qué entienden
estos talentos cuando hablan de distracción al volante, cuál es el concepto que
tienen de distracción.
Si para distraernos ya tenemos bastante con nuestros propios
pensamientos en los problemas cotidianos, en los cuales a veces nos centramos
sin atender debidamente a lo que estamos haciendo cuando llevamos un coche.
Ardua lucha diaria y continua para poner toda la atención en la conducción, que
muy pocos ponemos y NO en todos los casos conseguimos. ¿Quién, en alguna
ocasión no se ha sorprendido conduciendo automáticamente, pensando en algún
asunto personal? Estar concentrado en el vehículo y en la vía y lo que sucede a
tu alrededor es un ejercicio atencional más difícil de lo que aparentemente
parece, y no una acción mecánica como muchos piensan y así practican. Por eso
yo me asombro cuando veo gente llevando un coche y discutiendo con el de al
lado, accionando las manos, moviendo la cabeza para uno y otro lado, sin las manos
en el volante, comiendo, bebiendo u ocupadas en otros menesteres y, no digamos
del móvil, ¡cualquiera diría que está prohibido!, viendo el uso que de él se
hace manejando un vehículo.
No pongamos más obstáculos a esa concentración
debida a la hora de conducir. Yo a veces digo: va haciendo de todo menos
conducir. Si incluso se debería prohibir fumar al que lleva un coche.
La falta de atención cuando se conduce es fuente de muchos
otros problemas, por ejemplo: motivo de grandes atascos y las repercusiones que
tienen estos, como: exceso de consumo de combustible, contaminación, estrés,
pérdida de miles de horas de forma absurda y no digamos de la infinidad de
trompazos porque: ¡perdona no me he dado cuenta! Todo esto, ¿no es una gran
hipocresía no solo de la administración sino también social? o, ¿simplemente
estulticia? Cada vez que presencio estas malas acciones en la carretera y
pienso en ellas, veo con más claridad la responsabilidad en primer lugar de
quienes las hacen, y en segundo lugar de las administraciones correspondientes,
que al no cumplir debidamente con sus obligaciones de vigilancia y control,
unos y otros son responsables de las muertes inútiles en las carreteras de
nuestro país y en las calles de nuestras ciudades y pueblos, (nótese que no los
llamo accidentes).
La administración central, las autonómicas e incluso las
municipales (éstas se implican menos desgraciadamente) se gastan y se han
gasta- do verdaderas millonadas en anuncios publicitarios en todos los medios,
que no sirven absolutamente para nada. Quienes les prestamos atención, no los
necesitamos para estar concienciados, ya lo estamos, y, los que lo necesitan, o
bien, los desprecian olímpicamente o ni siquiera les prestan atención. ¿No
estaría mejor empleado ese dinero en medios técnicos y humanos para la
vigilancia y control de los incívicos? Si creen, y es cierto, que la televisión
es un medio excelente. Yo mismo podría aportar algunas ideas al respecto para
poner en práctica.
La misma forma de obtención del permiso de conducir (yo lo
llamo licencia para matar, permítaseme la denominación, pues es así en muchas
ocasiones) es incongruente, por no decir perversa. Se exige un «examen»
psicotécnico. El «psico», ¿en qué consiste?, ¿lo conoce alguien?
El técnico o físico, yo mismo dije cuando se instauró, que
se convertiría en un trámite tan superfluo como el de antaño. No hacía falta
ser adivino para eso. En realidad se trataba de otra estratagema más para
evitar parados. Todos hemos conocido a alguien que no era apto para conducir por
diferentes motivos de salud y sin embargo seguían otorgándole ese certificado.
¿Por qué titulo esta sección así? Sencillamente considero
que la responsabilidad de tanta muerte inútil, aparte en primer lugar de quien
la provoca, no les es ajena en absoluto dentro de la administración, en primer
lugar a los legisladores, y a la DGT y a los jueces en última instancia.
Es una irresponsabilidad muy grave legislar con criterios
puramente economicistas y no humanitarios, señorías, incluso debería ser
persegible, pero claro, las leyes las hacen ustedes.
La muerte de un temerario o simplemente sandio, a mí,
particular- mente me trae sin cuidado y creo que así debería ser socialmente;
el re- pudio social de quien así se comporta debería ser lo habitual y no otras
actitudes que incluso son el jaleado de quien cuenta sus «hazañas».
Pero, donde quiero hacer hincapié y, así lo exijo como
ciudadano, es que los legisladores, pongan el acento en la defensa a ultranza
de ciudadanos inocentes que pueden pagar con su vida la conducta antisocial de
los desaprensivos.
Matar con un vehículo de motor guiando el mismo con temeridad o por simple estupidez, debe calificarse de homicidio (e incluso, de asesinato en casos de reincidencia), tal como se hace con cualquier otro arma, exactamente igual, con el agravante de que se hace sin «razón» alguna.
Hastalos