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Siempre he sido un obsesivo compulsivo con respecto
a la evolución humana, a medida que veía que cada vez resultaba más quimérica,
más obcecado me volvía, una cosa no quita la otra, el que una cosa sea una
utopía, no significa que haya que dejar de soñar.
Mi planteamiento era el siguiente: Parece ser que el
hombre es el animal más inteligente de los que pueblan la tierra, “salvo
sorpresas de última hora”, debemos conseguir, por ello, que nuestra animalidad,
inevitable, pase a un segundo plano, al definirnos como animal racional,
debemos obviar, en la medida de lo posible, la irracionalidad, tener mayor
conciencia de lo que somos, de nuestra individualidad y al mismo tiempo de
nuestra mejor arma, vivir en sociedad, para la supervivencia en una naturaleza,
unas veces benefactora y otras veces cruel.
En ese sentido, los elefantes nos
pueden enseñar bastante. Por tanto tenemos que tomar conciencia de uno mismo y
al mismo tiempo de la colectividad a la que pertenecemos es decir, la humanidad
entera, rehuyendo del gregarismo que supone seguir a un líder, no más
inteligente que los demás, simplemente por el hecho de no molestarse en pensar
y sestear como lo haría cualquier oveja guiada por el pastor.
Después de siglos de “evolución” y alguna que otra
“revolución”, el ser humano sigue las mismas pautas que en sus albores, dejar
que otros, unos pocos, piensen por todos, por lo que esos pocos recogerán de
las costumbres de los demás, lo que mejor les convenga, de tal manera que, unos
por tener satisfechas sus necesidades e incluso sus ambiciones y otros por
desidia, poco ha podido cambiar el mundo de los humanos, salvo en el plan
científico y tecnológico, aportado por el pueblo y recogido para sí por la
élite formada por los más poderosos, sin que, apenas, el pueblo “soberano”
reciba los frutos derivados del trabajo colectivo.
Con qué
facilidad nos dejamos engañar por esa minoría dominante que siempre hará que
aceptemos, por propia voluntad o por la fuerza (armada) todo lo que se
propongan para mantener sus privilegios.
Si analizáramos sus movimientos, sus formas de
actuar, comprobaríamos que todo se basa en mentiras, adornadas con medias
verdades, que obnubilan nuestro razonamiento, sin que podamos salir de un aborregamiento pertinaz y sin fin, del que unos sufren más que
otros.
La religiosidad, la metafísica, el
trascendentalismo, el misticismo, la fe, son ejemplos de cómo el ser humano
común acepta todo lo que proviene de las mentes más “preclaras” nacidas de las
clases dominantes que le nublan el pensamiento, haciéndoles incapaces de
reflexionar sobre qué es lo que mejor le conviene.
En lo sociopolítico, más de lo mismo, hay que hacer
ver al pueblo soberano, que unos deben hacer el papel de líderes y otros de
obedientes súbditos, o eso o el caos.
Qué pocos somos los que nos parece una aberración la
propiedad de la tierra, robada por los de siempre, haciendo creer al resto que
todos tenemos el mismo derecho a usurpar lo que es de todos y de “nadie”, pues
siempre estará en manos del poderoso, ya sea el estado o los bancos, el que
pueda disfrutar ilícitamente del bien poseído. ¡La sagrada propiedad!
El poder
siempre está al día de lo que “necesita” el pueblo, ahora toca “democracia”,
uno de los engaños más bien traídos, inventando al mismo tiempo una palabra que
en nada significa lo que parece significar: “Liberalismo”, que engloba, en sí
misma, todas las dictaduras habidas y por haber. La sofisticación de la
esclavitud.
Nada que ver con la libertad general, sino con la
libertad de los más egoístas, de los psicópatas, de los que pretenden y
consiguen dominar el mundo. La libertad sin igualdad es privilegio e
injusticia, la igualdad sin libertad es esclavitud y brutalidad… (esto lo he
copiado de mi amigo Kropotkin, se me adelantó).
Es decir, ni liberalismo ni “dictadura del proletariado”,
que no sé realmente lo que significa.
¿Anarquía? Hay dos palabras que engloban los dos
conceptos que pueden lograr, juntas, el progreso de la humanidad: Comunismo
libertario (igualdad y libertad). Pero esa minoría de psicópatas es tan
poderosa, en todos los sentidos, menos en lo moral, que resulta imposible
apenas vislumbrar algo semejante que pueda dar una mínima esperanza para
emprender el camino hacia una humanidad emancipada, lejos de toda opresión y
explotación. Necesaria una democracia real, sin partidos, de abajo hacia
arriba… para ello, ¿esperar a que estalle la burbuja
demócrata-neoliberal-capitalista y que estemos al loro para que no sea
sustituido por otra cosa igual o peor?
Pero bueno, no sé, todo esto lo digo sin
convencimiento alguno, empecé mis andaduras en los interneses, con el nick de
“dosdedos”, aludiendo al tamaño de mi frente, después me nickeé Peasopan, para
proclamar mi bondad e inocencia, bajé a Kashitopan, para algunos “mendrugo”,
hasta que me kanché. Ahora pueden llamarme, si quieren y con motivo, “viejo cascarrabias”, llevo mal esto del paso
de los años…
Kashitopan