jueves, 3 de agosto de 2017

OCCIDENTE

Vivimos en un sistema de naturaleza imperialista, de extensión casi global, llamado Occidente,  de esto pienso que no hay ninguna duda. Un sistema que goza de buena y mala salud a la vez, según el prisma de datos con el que se analice; de buena y mala reputación, según el prisma de ideas propias con el que se lo evalúe.

Yo soy un defensor a ultranza de lo que significa Occidente, lo que al mismo tiempo me hace ser su crítico más feroz. Veo tantos fallos, tantas injusticias y cosas mejorables en el sistema occidental, que me abruma, me atora el cerebro y tengo que dejar de pensar en ello. No soy el único, en realidad esta parece ser la norma que suscita un gran desasosiego entre mis conciudadanos repartidos por el “Imperio” occidental. Y este foro, un botón diario de muestra.

 Al tener como uno de sus rasgos definitorios la crítica permanente, los occidentales tienen la conciencia de lo imperfecto como otro de los rasgos que define su sistema. Tener conciencia de la propia imperfección, te hace aspirar a mejorar, y también a la perfección. A la perfección como horizonte que guía el camino para mejorar, con la ilusión de que acabe llegando en un estado final inmutable. Pero ninguna situación creada por los asuntos humanos puede permanecer en una inmutabilidad, y mucho menos perfecta. Occidente lo sabe, y hace de ello su seña de identidad que le permite sobrevivir, sobreponerse y evolucionar  en su cambiante imperfección, a veces progresista, a veces involucionista, y siempre sujeta a la crítica constante de los “occidentalitos”.

El siglo XX fue una gran prueba para la supervivencia de Occidente. Los sistemas fascista y comunista lo pusieron en jaque, y no pudieron con él. Hubo armas de por medio e intereses, claro, pero también profunda convicción moral. Hoy parece haber menos de esta convicción, o eso dicen los sesudos intelectuales. Yo no estoy tan seguro de ello. Se habla de los valores occidentales que hay que preservar; por supuesto, pero eso no significa que sean frágiles. La gran fuerza de Occidente es que sus valores, una vez que se experimentan en las propias carnes, no se puede renunciar a ellos por las buenas. Y esta es una gran fuerza, la mayor que existe. En realidad, Occidente es un sistema de "metavalores" que te dice: ten los valores que quieras, ten valores antagónicos a lo occidental, no tengas valores, o incluso discute el significado de lo que es valor. Haz lo que quieras mientras permitas que los demás también lo hagan. Este es el gran valor de Occidente. Esto es Occidente.


PD:  Agradecimientos a Titito, que despertó a la musa que me hizo escribir este formidable artículo… ¡la modestia nunca figuró entre mis valores!

Mickdos